miércoles, 22 de octubre de 2014

Noche de visitas



La música retumbaba contra las paredes del local y mis tímpanos, esa música que no tenía letra, ni ritmo y sonaba a disco rayado. La gente se movía espasmosa tratando de llevar un inventado ritmo, se frotaban los unos contra los otros, insinuándose o provocando, lanzándose miradas lascivas y bebiendo alcohol que les hará olvidarlo casi todo por la mañana.

Di un sorbo a la bebida, ácida y dulce a partes iguales, frescor en la boca y  ardor en la garganta característico del limón, la menta y el alcohol a partes iguales. Desde el sofá en una oscura esquina del local visualizaba todo cuanto necesitaba ver. Solo había algo interesante esa noche.

Una pareja, una chica con unos pantaloncitos cortos y una camisa a cuadros atada bajo sus senos, con un pelo moreno y largo que sacudía contra un chico alto y rubio que no paraba de sonreírle y murmurarle cosas a lo que la chica reía.
Sabía reconocer un amor verdadero en cuanto lo veía.

¿Y que era más divertido que separar un amor verdadero? Si era de verdad daría igual lo que hiciera, acabarían juntos. Pero ponérselo difícil nunca estaba de más.

Me levante del sofá y deje el vaso sobre la mesita de al lado. Camine lento, seguro y tratando de imitar a esa muchedumbre, mimetizándome entre ellos. Puse mi sonrisa traviesa y miraba a todo aquel que se ponía delante, los cuales devolvían sonrisas igual de traviesas y miradas inquietas, los hombres y las mujeres allí presentes se volvían al pasar de largo, con el rumbo fijo en aquella dulce pareja.

Comencé a moverme entre ellos dos, separándolos descaradamente. La chica, se notaba que estaba muy subida de tono, la borrachera se le notaba en el aliento. Pase las manos alrededor de ella, mientras buscaba su mirada y seguía su movimiento.

El chico trato de separarme de ella y me gire hacia él. Coloque mis brazos sobre sus hombros y pegue mi cadera a la suya, que seguía moviendo a un ritmo cualquiera.

-No me he olvidado de ti.- Le susurré en el oído.


Mis labios se deslizaron hasta los suyos. Le bese profundo, mi lengua jugaba en su boca mientras mis dedos se enredaban en su pelo, haciéndolo prisionero de mis encantos.

-¿Bratt?- Oí a mi lado.

Rompí el beso y miré lo que había provocado esa interrupción. Era la morena, celosa de que su intento de ligue de esa noche  y su amor estuviera mirando y probando otras carnes. El chico se había quedado abobado mirándome. Era en cierta manera tierno.
-Creo que te equivocas, guapa.- Le dije sin soltar al rubio y con una sonrisa de satisfacción.

El chico pareció salir de su ensimismamiento y vio a la chica y su estado entre mis brazos. La muchacha salió corriendo entre la gente, apartándola como podía. El chico rompió mi abrazo y corrió tras ella.

¡Qué pena!

Con el subidón del calentón volví a mi sofá, donde una joven rubia estaba tumbada y bebía mi bebida.

-¿No te han dicho que no le puedes quitar su trono al rey?- Le dije a la chica, mientras apartaba sus piernas para sentarme a su lado.

-¿Dónde hay un rey aquí?- Contestó y puso sus piernas sobre mí de nuevo.

-¿Lo has conseguido?- Le pregunté a la vez que le quitaba mi bebida de las manos.

-Claro. Pensé que me ibas a mandar a algo más difícil…

-Nah… no sé si estas preparada aun… - Le dije esperando que aceptara el reto.

-Claro que estoy preparada. Eres el mejor y me has enseñado bien.- Desde luego, la chica sabía cómo convencerme.

-Bueno… Está bien… Hay por aquí un pequeño súcubo, bastante hambriento y que está llevándose a mi clientela…

-¿Quieres que la eche?- Preguntó la muchacha ansiosa a la vez que se reclinaba y me miraba ansiosa. Ahí la tenía, trabajo gratis.

-Si podrías hacerme eso…- Murmure mirando el vaso.

-Sí, lo puedo hacer. ¿Por dónde empiezo?

La miré con una sonrisa que no podía ocultar mi satisfacción. Extendí mi brazo, mostrando el oscuro y ruidoso local que teníamos delante. La chica me devolvió la sonrisa y se levantó para mezclarse con la gente.

Apuré lo que quedaba de bebida y también me levanté, buscando un alma desconsolada que pudiera arreglarme la noche definitivamente. Vagabundee entre la gente, buscando a esa persona que tanto necesita ser consolada. Y finalmente ahí la vi, sentada en un taburete y la mirada fija en un vaso vacío. Caminé directo a mi presa, fácil, seguro, hambriento.

Pero una chica se lanzó a mis brazos, me envolvió en un abrazo y empezó a bailar conmigo, distrayéndome de mi objetivo.

-Hoy no es su hora.- Me murmuró la mujer con una sonrisa, sabiendo que había salvado la vida de un desdichado hombre.

-¿Qué haces aquí, Lydia?- Le pregunté, siguiéndole el rollo. Que ella estuviera aquí solo podía significar muerte, posiblemente buena para mí.

-Sabes que ella morirá, ¿verdad?- La respuesta hacía referencia a la rubia con la que había tratado.

-Sí, lo sé. Pero no hoy.- Mis palabras eran contundentes y la banshee lo sabía.

-Hay tres hombres, en una sala blanca.- Murmuró la mujer con mirada ausente, perdida en el bullicio del local.- Dos de ellos desaparecen en cenizas, el tercero se niega a morir pero finalmente lo hace como los otros.

-Supongo que no puedes decirme cuando.

-Sabes cómo funciona esto…- Contestó con una sonrisa, volviendo a su normal ser.- ¿Sabes? He visto muchas muertes, pero la tuya aun no…

-No tengo planeado morir aun, Lydia. Tengo muchas cosas que hacer.

La chica me dio un beso en la mejilla y se fue tal y como volvió, desapareciendo entre la gente. Me giré de nuevo hacia la barra, buscando esa alma perdida, pero el taburete estaba vacío, igual que el vaso.

Esta vez decidí no volver a mi sofá y me senté en el taburete que se había quedado vacío. Al hacer esto, note algo en el bolsillo trasero del pantalón. Era un folio y contenía un código “BAC 4365”. Rápidamente lo identifique con el código de vuelo. Tendría que investigar que querría decir, aunque sabiendo que la única que ha podido dejar esto era Lydia, solo quedaba la posibilidad de un accidente, pero ¿Por qué me lo dejó a mí?

En frente de mí, el camarero puso una bebida blanquecina, como la que había estado tomando antes. Al mirar al camarero, mi empleado, este encogió los hombros y con la cabeza señalo a un hombre dos taburetes a mi derecha. No pude evitar esbozar una media sonrisa al ver quien era.

Un hombre con el pelo moreno y un poco largo, lo justo para que le tapase la nuca, y sus ojos eran de un verde intenso que pocas veces había visto antes. Al ver mi respuesta, el hombre se levantó y se sentó en el taburete. Olía a vainilla, mezclado con alcohol y sudor. Vestía una camisa verde a cuadros atada solo hasta la mitad, dejando entre ver sus perfectos pectorales.

-Hola James. Hacía mucho tiempo que no te dejabas caer por aquí.- Le dije acercando mi taburete al suyo.

-Sí, bueno, he estado muy ocupado…

Si haberme dado cuenta, estaba casi sobre él y mi mano recorría el interior de su camisa, acariciando la suave piel. Mis labios querían probar los suyos, saborearlos lentamente y luego más intensamente, mientras le quitaba hasta la última prenda que llevaba.

-¿Haciendo nuevas amiguitas?- Le susurre en el oído, a la vez que tiraba de su caderas para que estuviera más cerca.

-¿Cómo lo sabes?- Preguntó el hombre.- Si, he hecho una nueva amiga.

-Pues deberías de avisar antes de dejarla suelta por un lugar como este. Alguien podría mandar a alguien para que le eche…- Continué lentamente, al mismo ritmo que mis manos soltaban los pocos botones de la camisa que quedaban atados.

-¿Cómo?

-No me gusta que usen mis lugares para cazar.- Continué susurrando lentamente, esta vez dejando suaves besos en su cuello.

El hombre se separó de mí y camino entre la gente, buscando a alguien, posiblemente a su súcubo perdida. Fue un fastidio eso. Era de los pocos íncubos que conocía que siempre me dejaba con una patente erección.

Recogí mi bebida y camine por la sala. Por suerte para James, yo si sabía dónde estaba mi pupila y no me costó más de tres segundos dar con ella. La muchacha rubia bailaba con la mirada fija en otra chica, está muy parecía a James, pelo oscuro, tez tostada, toda una delicia.

Me acerque a ambas y las cubrí con mis brazos, tire de ellas y la morena se resistía.

-Ven conmigo o no volverás a ver a James.- Le musité.

Pareció hacer efecto ya que vino, con mucho enfado, pero lo hizo. No me costó mucho dar de nuevo con James. Que nos vio y vino corriendo.

-Cuídala, la próxima vez es posible que no la encuentre tan rápido.

Deje que la chica saliera de debajo de mi brazo y fue corriendo hasta el abrazo de James. Aproveche para pegar un trago a mi bebida.

-Te debo una, demonio.

-Que sean dos.- Corregí, y me mire la entrepierna, para hacerle saber a qué me refería. El incubo pareció entenderlo y asintió.
Acto seguido, él y su ahijada desaparecieron entre la gente y del local.

-¿A que ha venido eso?- Pregunto la rubia a mi lado.

-No todos son enemigos. A veces viene bien tener algún aliado que te ayude a escabullir el bulto.

-¿Y porque me mandaste a por ella? ¿Sabías que era la novia de tu amigo?

-Cielo, esa pareja eran incubo y súcubo, no son novios, son como tú y yo, maestro y pupila. Y no, no sabía que estaban juntos. De todos modos, salió bien, he ganado un par de favores.

-¿Todo se reduce a eso? ¿A favores?

-Negocios, querida, negocios.

1 comentario:

  1. ¡Me ha gustado mucho, Ego! Cuidado con las construcciones, a veces se te escapan algunas cosillas y me da rabia no decirlo. Me parece que es un relato al que le puedes sacar mucho partido, y espero que algún día lo continúes

    Un frío beso

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