domingo, 17 de noviembre de 2013

Liberación (one shot)

 
No hay peor libertad que la que tienes delante de ti pero no llegas a ella. Y estar encerrado en la azotea de un gran rascacielos era un buen ejemplo de ello. Y lo peor de todo es estar encerrado cuando no has tenido nada que ver.
El último rayo de sol se oculto, dejando el horizonte rojizo y la azotea fría. Tenía la vana esperanza de que un día cercano lloviese. Pude oír una puerta abriéndose y unos pasos que pisaban la grava que formaba el suelo. Pude contar hasta seis personas.
-Veo que tus fuerzas están mermando, demonio.- Observó una voz de hombre con cierto acento ucraniano, o quizás ruso. La misma que había venido los últimos ocho días.
-No te preocupes, es solo que me canse de estar de pie. No es porque no me hayas traído comida en todo este tiempo.- Conteste sin moverme, tirado en el suelo en medio del circulo. Una bolsa cayo a mi lado. Era una bolsa de plástico, del hospital local y contenía sangre.
-Como comprenderás, no tenemos una cocina muy amplia, Aunque si lo prefieres puedo traerte algo mas fresco y caliente.
Me levanté con lentitud y cogí la bolsa. Estaba tibia. Observé la comitiva. El hombre que me había hablado era un hombre pálido, con barba, unos ojos oscuros tras unas gafas de montura metálica y vestía unos vaqueros y una chaqueta de cuero. Los otros cinco hombres llevaban un uniforme militar oscuro y portaban armas. Todos eran bastante musculosos y se cubrían con gorras y gafas de sol.
-Tienes muy mal gusto para la comida, Gustav. Deberías de ampliar tus horizontes culinarios.
-Creo que he probado de todo.- Contestó con una sonrisa muy amplia.- Americano, asiático africano... Pero las italianas... Ese toque mediterráneo no se encuentra en otro sitio.
Jugué con la bolsa de plástico, pasándomela de una a otra mano mientras daba pequeños círculos.