jueves, 19 de noviembre de 2015

El iniciado (2) - #ElCementerioDeLoFantastico


Caminaron por la orilla del mar, dejando que las olas lamieran lentamente sus pies mientras se llevaban la arena bajo sus pies y los temores sobre su cabeza. Se sentía aliviado por saber que no era el único monstruo, pero aun así temía saber que tipo de monstruo era, que pudiera volver a pasar... E incluso que pudiera acostumbrarse a realizar tales monstruosidades.

-¿A donde vamos?- Preguntó el chico.

-A la cueva de las Ánimas, ya te lo he dicho. No está mucho más lejos. - Contestó la niña.

Se hizo de noche y la brisa marina se volvió fría, lo cual le recordó que aun seguía empapado por el chapuzón que se había dado antes. Con la oscuridad, pudo ver unas antorchas, al final de la playa, cerca del acantilado. Supuso que ahí sería a donde se dirigían.

Efectivamente, no tardaron más de una hora en llegar hasta una fila de antorchas, cada una dispuesta a dos o tres metros de la anterior y que guiaban hasta el interior de una cueva. Esta era húmeda y oscura, pero la luz de las antorchas guiaban lo suficiente hasta el interior, una gran cavidad excavada en la pura roca, con un gran agujero en la cima por donde se filtraba algún rayo de la luna. En el suelo había un gran anillo de agua que rodeaba una isla con varios dibujos grabados en la roca.

-Bienvenido a la cueva de las Ánimas.- Murmuro Roxanne.

El chico siguió a la niña hasta el punto más cercano al anillo de agua. No podía ver la profundidad del anillo, por lo que podía llegar perfectamente hasta el mar de fuera.

En frente de él surgió una sombra, un hombre envuelto en una capa negra y que con un grácil salto se posó sobre la isla. Tras él aparecieron otras sombras y empezaron a rodear el anillo de agua. El chico se asustó y quiso largarse, pero Roxanne se lo impidió, haciendo que se quedará en primera fila, al final él era la causa de esta ceremonia.

El hombre del centro, que parecía ser el cabecilla, se quitó la capucha de la capa dejando ver a un hombre algo mayor y con la cara llena de manchas rojas, como el chico tenía en su cuerpo, las marcas de su primera víctima.

-Acercarte, joven.- Murmuró el hombre, tan bajo que apenas pudo oírle.

Sin embargo el muchacho se quedó helado en su posición, sin moverse, sin siquiera respirar. Fue Roxanne la que, con un empujón, le hizo saltar el anillo de agua hasta la isla.

-¿Te acuerdas de tu nombre?- Preguntó el hombre con el mismo murmullo de antes. El chico volvió a hacer un esfuerzo por recordar su nombre, pero no lo logró y tuvo que negar lentamente con la cabeza.- Bien, no te preocupes, se te dará uno nuevo. Y dime, ¿has traído el alma contigo?

El chico sacó el pequeño cristal del bolsillo donde lo había guardado y se lo entregó al hombre. Este esbozó una leve sonrisa de satisfacción mientras se guardaba el pequeño cristal. Luego le cogió el rostro y le hizo mirarle a los ojos que le parecieron de un color violeta, poco común, y pensó que sería una mala jugada de la luz.

-¿Estas listo para dejar atrás tu humanidad y comenzar una nueva vida junto a todos nosotros en las sombras de la noche?

El muchacho tenía miedo, no sabía de que estaba hablando y tenía todo un océano de dudas en la mente. Lo único claro que tenia en ese momento era que ese hombre no iba a responder sus dudas.

-¿Estas listo?- Volvió a preguntar el hombre haciéndole salir de su nublada mente. El chico asintió aterrado. El hombre esbozó otra nueva sonrisa. -Bienvenido a las sombras.- Musitó el hombre.

Sin saber bien que paso, el chico notó un fuerte tirón en el cuello, oyó un crack y su cuerpo perdió toda la fuerza que le quedaba, cayendo al suelo.

Después sólo oscuridad, silencio y frío.
Relato para #ElCementerioDeLoFantastico junto a Mamá Cuervo y las sister crow Angellica y Victoria Prince. Abajo teneis las 3 series que componen este proyecto con sus partes y enlaces.
Serie "El iniciado": Serie "El maldito": Serie "Desmentiras":

lunes, 2 de noviembre de 2015

Con motos hacia el frio #ViajesLiterarios #ReivindicandoBlogger


El coche se paró en una vieja estación militar cercana a París, aun se podía ver por la ventana y entre las gotas que se deslizaban por el cristal, la silueta de aquel monumento viejo que le daba la personalidad a la decaída ciudad.

-Hasta aquí os puedo acompañar, si por mi fuera os acompañaría hasta vuestro destino, pero tengo responsabilidades aquí.- El conductor era el líder de la resistencia anti-demoníaca que se había asentado en la región francesa de Europa. Era obvio que no nos ayudaría más en nuestro viaje, bastantes problemas tenían ya.- Pero OS puedo hacer un regalo de despedida, a los dos.

Intercambio miradas entre Meisner sentado en el asiento del copiloto y yo, sentado tras Meisner.

-Bien, me gustan los regalos. - Respondió el hombre lobo que me acompañaba.

El líder de la resistencia salió del coche y corrió bajo la lluvia hasta un cobertizo cercano y luego nos hizo señas.

-¿En serio?- Pregunte sarcásticamente.

-El único que refunfuña aquí soy yo. - Me regaño el hombre lobo.- Se agradecido, que nos están ayudando.

Y salió del coche para correr bajo la lluvia. Le seguí, no tenía muchas ganas de mojarme bajo la fría lluvia parisina, pero aun así Meisner tenía razón.

Al llegar al cobertizo, el insurgente quitó unas mantas liberando el polvo que tenían acumulado al aire y relevando dos impresionantes motos de alta cilindrada.

-Son pocas las que quedan- Observó el hombre.- He conservado estas para cuando ganáramos la guerra, pero visto el panorama, creo que vosotros las usareis mejor.

-Vaya, Pierre, es un detalle muy grande.- Contestó Meisner, más emocionado de lo habitual.

-Son como la que yo tengo en casa.- comente al observar las motos.

Eran BMW, una en azul y otra en rojo. No entendía mucho de motos pero sabía que eran de las mejores, de las últimas que se fabricaron.

-Me alegró que OS gusten, son vuestras, tratadlas con cariño.- y nos lanzó una pareja de llaves.-Un último consejo, usad los túneles, los demonios no los vigilan y están en buenas condiciones, además los puertos de montaña estarán helados y serán peligrosos.

Dude de su afirmación, pero no dije nada. Estrechamos las manos una última vez con aquel hombre y arrancamos las motos que rugieron con fuerza.

Salimos del cobertizo y emprendimos nuestro camino hacia la enorme capital rusa, Moscow.

Meisner conducía rápido, pero con precaución bajo la lluvia. Iba adelante, marcando el ritmo. Siempre le gustaba hacer las cosas a su manera y se lo permitía siempre que podía. Además, yendo yo detrás podía vigilar mejor la retaguardia, por ser capad de ver mejor en la oscuridad.

Estas carreteras del norte de Francia eran aburridas y demasiado rectas. Perfectas para ver a lo lejos todo lo que nos rodeaba. Las colinas estaban coronadas por viejos castillos todos abandonados.