domingo, 17 de noviembre de 2013

Liberación (one shot)

 
No hay peor libertad que la que tienes delante de ti pero no llegas a ella. Y estar encerrado en la azotea de un gran rascacielos era un buen ejemplo de ello. Y lo peor de todo es estar encerrado cuando no has tenido nada que ver.
El último rayo de sol se oculto, dejando el horizonte rojizo y la azotea fría. Tenía la vana esperanza de que un día cercano lloviese. Pude oír una puerta abriéndose y unos pasos que pisaban la grava que formaba el suelo. Pude contar hasta seis personas.
-Veo que tus fuerzas están mermando, demonio.- Observó una voz de hombre con cierto acento ucraniano, o quizás ruso. La misma que había venido los últimos ocho días.
-No te preocupes, es solo que me canse de estar de pie. No es porque no me hayas traído comida en todo este tiempo.- Conteste sin moverme, tirado en el suelo en medio del circulo. Una bolsa cayo a mi lado. Era una bolsa de plástico, del hospital local y contenía sangre.
-Como comprenderás, no tenemos una cocina muy amplia, Aunque si lo prefieres puedo traerte algo mas fresco y caliente.
Me levanté con lentitud y cogí la bolsa. Estaba tibia. Observé la comitiva. El hombre que me había hablado era un hombre pálido, con barba, unos ojos oscuros tras unas gafas de montura metálica y vestía unos vaqueros y una chaqueta de cuero. Los otros cinco hombres llevaban un uniforme militar oscuro y portaban armas. Todos eran bastante musculosos y se cubrían con gorras y gafas de sol.
-Tienes muy mal gusto para la comida, Gustav. Deberías de ampliar tus horizontes culinarios.
-Creo que he probado de todo.- Contestó con una sonrisa muy amplia.- Americano, asiático africano... Pero las italianas... Ese toque mediterráneo no se encuentra en otro sitio.
Jugué con la bolsa de plástico, pasándomela de una a otra mano mientras daba pequeños círculos.

domingo, 28 de julio de 2013

Epílogo (Eva 14)


Entré en la cafetería, una pequeña cafetería de Nueva York donde el café es cutre y las tartas regulares, pero esta él. Me senté en la mesa donde me sentaba siempre y esperé pacientemente a ser reconocido por el camarero. El chico pareció verme y esbozo una gran sonrisa, pero no dejo de hacer lo que tenía que hacer. Al cabo de cinco minutos apareció a mi lado con una taza de café con vainilla y un pedazo de tarta de limón y se sentó enfrente de mí.
-Tres semanas. -Dijo muy serio.
-Tres semanas.- Repetí lentamente.- Que tendremos que recuperar rápidamente.
Cambié mi sitio y me senté al lado de él, de espaldas al resto de la cafetería. Me incliné sobre él chico y bese su cuello lentamente.
-¿Qué tal has pasado estos días?- Susurré entre beso y beso.
-Fue lento, y aburri... Ah... Para. No puedo concentrarme.
-No hace falta que te concentres...- Murmuré lentamente mientras subía por su cuello y mordisqueaba la oreja.
El chico giro la cabeza y me dejo besarle los labios, dulces y sabrosos, lentamente saboreando cada matiz y disfrutando de su cálido y suave tacto, pasando mi mano por debajo de su camiseta.
-¿A quién hay que llamar para que le pongan un café a uno?
-Será mejor que vayas.- Susurré.
-Sí. Será lo mejor.- Correspondió.
Me volví a sentar en mi silla, dejando sitio para que Zack saliese del rincón en el que le había encerrado.

domingo, 21 de julio de 2013

Demonio (Eva 13)


Cuando las puertas de la torre se abrieron, todos nosotros ya estábamos en formación mirando a la torre. Adam y Alexandra estaban a mi izquierda mientras que Cristopher y Elena se encontraban a mi derecha. Zack se quedó algo más apartado cerca de la orilla del mar. Ellos habían llegado poco después de nosotros y habían estado preparándose para cuando Lia saliese de la torre.
Para este momento.
-Vaya, no me esperaba veros a todos aquí reunidos.- Musito la mujer.- Que conmovedor.
En su mano había una manzana con un único mordisco. Eso "era" Eva.
-Deja Eva, ríndete y podrás salir de aquí con vida.- Dijo Adam, el licántropo, con su potente voz.
-¿Y si no es así? ¿Me vais a matar? - Contestó la mujer con su voz de cierta repelencia.- ¿A caso creéis que podéis matar a un dios?- Continuó dando unos pasos. Importantes pasos.- ¿Unos payasos como vosotros, que os vendéis por unas palabras o un mero chico humano, vais a parar a un todopoderoso dios, como lo soy yo ahora? No lo creo.
-Yo si lo creo. - Y sin tener que hacer nada, Alexandra prendió fuego a una ramita, que prendió el suelo a su alrededor, untado con aceite, repartido por la zona en un círculo, que rodeo rápidamente a la mujer.- Dios o no, sigues siendo un ángel y esto es fuego de aceite santo. No te será fácil salir.
-Ya lo veremos.

domingo, 14 de julio de 2013

Sombra (Eva 12)

"Las sombras lo ocultan todo"

-¿El chico no nos acompaña?- Preguntó la mujer al llegar al final de las escaleras.

-No es necesario, estaba cansado y me pareció una buena idea que se quedase abajo.

-O quizás no quieres que siguiese haciendo preguntas, ¿verdad?

Ignore su estúpida suposición, que realmente no era tan estúpida y pase hasta la puerta, bajo la inscripción y adornada con una obsidiana, lisa, negra y brillante. La abrí sin problema alguno, ya que el último anillo estaba en mi dedo.

Tras la puerta no había nada, solo oscuridad.

-Detrás de ti.- Murmuró el ángel.

Sin miedo alguno entre en la habitación. Estaba estaba oculta por oscuridad pura y por mi habilidad con las sombras pude ver todo lo que había en la estancia. La puerta de salida estaba a unos cien metro de la entrada y en los lados había rocas en un principio sin vida.

-Esto es una mierda, no veo nada.- Se quejó Lia de nuevo.

A su voz, de las rocas salieron unas panteras, o algo semejantes a ellas, negras y elegantes como la noche. Sigilosas rodearon a la mujer y esperaron a mi señal.

-Necesito que me devuelvas los anillos, Lia, incluido el de la luz.

-¿Para que los quieres? Ya no los vais a necesitar.

-Les prometí que se los devolvería. Considerarlo una cuestión sentimental.

-Muéstrate y te los daré.

domingo, 7 de julio de 2013

Luz (Eva 11)

"Siguiendo la luz se llega al final"

-Que frase más reveladora.- Comentó Lia.- ¿El anillo?

- En tu dedo.- Contesté, sonando más serio de lo que pretendía.

- Aquí el único que tiene derecho a estar enfadado es el crio humano, así que quita la cara larga.

Acto seguido empujo la puerta, adornada con un gran diamante en el sello, dando lugar a un pasillo con paredes de espejos.

-¿Dónde está la pega ahora?- Preguntó la mujer.

Sin vacilar, camine por el pasillo y no pasó nada en absoluto. A los pocos metros dimos a una intersección había otros tres caminos además de por dónde habíamos venido.

- ¿Por dónde, genio?

Observe todas las alternativas y me parecieron iguales, pasillos de espejos. Tenía que haber algo que los diferenciase, pero no lo veía.

Me encogí de hombros. Sabía que este laberinto tenía una lógica pero había que encontrarla. Zack se sentó en el suelo a la espera de tomar una decisión. Me fije que la sombra del chico huía de uno de los caminos.

- Siguiendo la luz se llega al final... Las sombras huyen de la luz...- Señalé la sombra de Zack. - Ese es el camino.

- ¿De dónde sacas esa absurda idea?- Preguntó la mujer.

- La inscripción en la puerta.

- ¿Esos garabatos?

-Esos garabatos son Enoquiano, el idioma de los ángeles. Tu idioma.

- Si... Si... El Enoquiano está sobrevalorado, además de pasado de moda.

-¿Los ángeles tienen un idioma propio?

-Si.- Asentí. - Es el que los ángeles enseñaron a los humanos. Luego los humanos trataron de construir una torre que les llevase al cielo y los ángeles se enfadaron y les hicieron olvidar el enoquiano.

- ¿La torre de Babel?- Observó el chico. Asentí de nuevo.

-Muy instructiva la lección de historia. Ahora el camino, por favor.

Volví a indicar el camino y ayude a Zack a levantarse. El chico se dejó ayudar, pero seguía enfadado.

- ¿Todos los relatos de la biblia son reales?

- No todos... Algunos y han sido modificados tantas veces que se desvían mucho de lo que originalmente paso.

- Otros directamente se los han inventado. Y no solo ocurre con la religión cristiana. Los romanos acertaron mucho aunque también tenían mucho cuento.- Convino la mujer unos pasos por delante.- ¿Y ahora?

Esta nueva intersección era igual que la anterior, tres nuevos pasillos de espejos. La resolución esta vez fue fácil seguimos rectos ya que nuestras sombras seguían a nuestras espaldas.

-¿Y qué ganas con ser dios? No me lo habéis dicho todavía.- Preguntó el chico que iba delante mía, pero detrás del ángel.- Me habéis dicho que tú le hiciste chantaje a él conmigo, y que al final de la Torre te harás dios, pero ¿Para qué?

Estaba claro que Zack no me estaba preguntando a mí, sino a la mujer, por lo que fue ella quien respondió mientras seguía caminando.

-Omnipotencia, onmisabiduria, omnisciencia... ¿Te suena de algo?

El chico se volvió hacia mí con cara de sorpresa.

-¿Y tú le vas a dejar?

Quería responderle la verdad, pero no podía o ella se daría cuenta de lo que pasaba y no estaba por la labor. Así que me limite a indicar el camino de nuevo en la intersección.

Al final de este nuevo corredor estaba la puerta que indicaba la salida. El chico corrió por el hasta la puerta y se apoyó en ella.

-Lo siento, pero no permitiré que ella se convierta en dios, ¿quién sabe lo que sería capaz de hacer?

-Ahí está la gracia, niño. Nadie.- Contestó el ángel, caminando decidida a apartarlo.- Así que apártate de mi camino.

-No. Haré su trabajo, ya que él no parece hacerlo. No dejaré que pases.

-¿Ah no? ¿Tú y cuantos más?

En un segundo me coloqué entre Zack y la mujer, parando el golpe que iba dirigido al chico.

-No dejaré que le hagas daño.- Susurré con los dientes apretados. Hice que la mujer retrocediese unos pasos, los justos para poder volverme al joven y mirarle. -No tienes que hacerlo. Está todo bien. Confía en mí una vez más, por favor.

-No puedo dejar que por mi culpa esa mujer se convierta en dios. No me lo perdonaría en la vida.

-No tienes que hacerlo. Todo saldrá bien.- Le mire a los ojos y procuré que los míos expresasen la misma sinceridad que mis palabras.

Zack, sin apartar su vista de mí se hizo a un lado, dejando la puerta libre. La mujer aprovecho la ocasión y se coló por ella, comenzando a subir los nuevos escalones. Yo salí de la estancia seguido del muchacho.

-Quédate aquí, ¿vale? No hace falta que sigas subiendo. Solo queda mi prueba y es mejor que te quedes aquí y te repongas para salir corriendo. Luego te lo explicaré todo.

El chico asintió lentamente de nuevo. Acaricie su mejilla con mi dedo pulgar y le sonreí. Antes de irme le di un beso en la frente.

domingo, 30 de junio de 2013

Viento (Eva 10)

"Incluso el grano más pequeño puede con la inmensa roca"

-Muy bien, ya estamos, suelta el anillo.-Le di el anillo que pedía.- ¿Este fue el que le quitaste al fantasma baboso?

- Christopher el fantasma. Exacto.

La mujer abrió la puerta y tras ella aguardaba un desierto, que si bien era sin sol, parecía medio día. Solo se podía ver arena, lo que simulaba ser el cielo y una puerta negra en el medio.

-¿Quién es Christopher el fantasma baboso?- Preguntó Zack asomándose a la puerta.

- Como indica su nombre, es un fantasma.-Respondió el ángel rápidamente. - ¿Sabes? No me fío de lo que hay aquí. Ve a ver.- Y la mujer empujo a Zack que cayó sobre la ardiente arena.

Sorprendido, corrí tras el chico y le ayude a levantarse. Le quite algo de arena de la cara y le pedí disculpas.

En ese momento aparecieron lo que podían considerarse aletas de tiburón sobre la arena y venían hacia nosotros.

-¡Corre!

El chico corrió hacia la puerta y le cubrí las espaldas cuando las aletas se acercaban. Me pare en seco y las enfrente. Una de ellas me rodeo y siguió al chico, lo cual no me gusto y en mi mano creció una enorme guadaña la cual use para asestar un fatal golpe a esa aleta que se retorció y ocultó de nuevo en la arena. Por el contrario la otra aleta pudo atacarme y me empujo el pie, tirándome al suelo. Acto seguido viró y volvió hacia mí y haciéndose más grande.

-Sigue corriendo. - Grité al chico, el cual obedeció.

La aleta que se cernía sobre mi salto de la arena, dejando ver un auténtico tiburón de arena, con el cuerpo plateado, ojos rojos a los lados y largos y afilados dientes en la boca que estaba abierta y dispuesta a llevarse algún pedazo de mí. Use la guadaña en mi mano para alterar el salto del tiburón y asestarle un golpe.

Me levante y vi que Zack había llegado a la puerta y estaba a salvo. En el otro lado se encontraba Lia, aguardando a ver qué pasaba.

- No voy a matarlos si es lo que estas esperando.

Comencé a caminar hacia Zack y los tiburones volvieron a aparecer. Esta vez podría controlarlos mejor. Así que según se acercaban los esquivaba. Uno de ellos se me acerco mucho durante uno de sus saltos y me araño con una aleta lateral. No sabía que esas aletas cortasen.

El corte dejo la arena manchada de sangre pero aun así continué. No tarde casi nada en llegar a la puerta, junto a Zack.

- Te han herido. - Exclamó el chico que se abalanzó sobre mi corte.

- No es nada, un rasguño. Sanará enseguida, no te preocupes.

En el otro lado estaba Lia decidiendo la estrategia que seguiría para cruzar. Al final decidió cruzar corriendo, como había hecho Zack. Los tiburones reaparecieron detrás de ella y le siguieron. Uno de ellos se abalanzó y como a mi le corto con una de las aletas laterales haciéndola caer. El otro tiburón aprovecho la ocasión.

En un rápido movimiento saque el arco y cargue una flecha oscura en él que dispare al tiburón que se iba a abalanzar. Le acerté justo en el ojo derecho. El cuerpo del tiburón aleteó un par de veces antes de ser engullido por la arena.

La mujer se levantó rauda y termino de salvar el tramo que le faltaba. El tiburón restante se ocultó en la arena.

- Podía yo sola.

- Seguro, pero prefiero no arriesgarme hasta que me des lo que me prometiste.

El ángel me ignoró y comenzó a subir escaleras.

- ¿Qué te prometió? -Preguntó Zack.

Me volví y le sonreí.

- ¿Estas bien? ¿No te has hecho daño?- Le pregunté evitando la pregunta.

- Estoy bien. No me esquives la pregunta ¿qué te prometió?

- Que te devolvería tu alma.

-Y un arco celestial.- Agregó la mujer.- Mi arco. Ahora, ¿Queréis dejar de ser tan empalagosos y seguir? Nos quedan dos pruebas más.

- ¿Qué hay de ti? - Preguntó el chico. -¿Que ganas con todo esto?

- Al final de la torre esta Eva, que convierte en dios a quien le posea. Ese es mi objetivo.

- Y tú te encargas de custodiarlo, ¿no?- Objetó el chico mirándome.

- Esto se pone interesante...- Murmuró la chica. Asentí.

- Yo y otros cinco.

- ¿Y estas traicionando a tus compañeros y a ti mismo por mí?

A eso no pude contestar, era mucho más complicado que eso. Me limite a mirar al suelo evitando contacto visual. El chico me abofeteó y yo no se lo impedí. Luego se limitó a subir escaleras.

-¿Problemas en el paraíso? - se regodeó la mujer y siguió a Zack.

domingo, 23 de junio de 2013

Fuego (Eva 9)

"La concentración es la calve del camino"

Una nueva frase custodiaba la siguiente puerta. Esta estaba adornada como las anteriores y en el centro del sello había un enorme rubí esperando a ser abierto.

Lia tendió la mano hacia mí y yo le entregue el anillo que le había quitado a la vampiresa y pudo abrir la puerta sin problema.

Tras ella había un inmenso lago de lava, se podía sentir el calor desde ahí y el olor a azufre era notorio.

- No quiero saber cómo habéis puesto un lago de lava en un tercer piso.

El chico parecía bastante aterrorizado, mientras la mujer escrutaba la sala con detenimiento.

- A mí me interesa más saber cómo cruzar.- La mirada de la mujer se posó en mi.- Y estoy segura que tú sabes algo.

Me salió media sonrisa que no pasó inadvertida para ninguno.

- La concentración es la calve del camino. -Cité lo que la puerta rezaba y luego me explique.- Si piensas en llegar al final, llegarás, mientras que si piensas en el suelo que pisas, te quemarás.

- Si sigues hablando en chino nadie te entiende, demoniucho.

Tire del chico hacia fuera y le pegue a la pared de las escaleras. Luego sostuve sus manos en las mías.

- Cierra los ojos.- Murmuré. En la cara de Zack solo se vería recelo y miedo.-¿Confías en mí, no?- El chico se obligó a asentir y luego cerró los ojos. - ¿Recuerdas la primera vez que nos vimos?

Mientras hacia la pregunta comencé a tirar del chico suavemente. El chico solo contesto con una negación de cabeza.

-Yo sí. Fue en la cafetería, tu primer día de trabajo. Eras el camarero más torpe que había visto y eso me gustó. Decidí que esas tartas no estaban tan mal si podía pedírtelas a ti y me contestabas con una sonrisa. Luego pude mirarte a los ojos y me atrapaste.- Pude ver como en sus labios se dibujaba una sonrisa. Lleve una de sus manos a mi hombro y deje mi mano acariciando su cara.

- Fue tarta de limón. - Contestó el chico. - Te serví un pedazo de tarta de limón y un café con vainilla. No lo recordaba.

Sus ojos se abrieron y me miraron, azules y penetrantes. Sonreí con satisfacción y no pude contenerme, por lo que me incline ligeramente sobre el chico y pose mis labios sobre los suyos en un suave y dulce beso. Me separé a los pocos segundos, sabiendo que no era el lugar más ideal, ni el momento más oportuno. Pero la cara de Zack ya era de felicidad y me satisfizo el resultado.

- ¿A que vino la historia?- Preguntó el chico aún con la sonrisa tonta. Señalé a mi alrededor y el muchacho miro. Estábamos en el otro lado del lago de lava.- ¿Cómo es posible?

- No te centraste en lo que pasabas sino en mí. Eso fue lo que te trajo hasta aquí.

- Muy bien, genio. -Gritó la mujer aun en el otro lado.- ¿Cómo quieres que pase yo?

-Céntrate en llegar hasta aquí y no pienses en el suelo. Mírame y camina, no mires al suelo.

-Qué fácil es decirlo. - Farfulló el ángel.

Extendí mi mano y en ella genere algo parecido a una roca o pelota de sombras. Acto seguido se la tire golpeándole en el hombro.

-¿Qué haces maldito creído?

- Hacer que cruces. - Repetí el proceso de nuevo esta vez le di en la rodilla.

Continué lanzándole cosas y golpeándola. Cuando ya estaba bastante amoratada y de los nervios, fue que la chica cargo contra mí, ignorando todo lo demás. Con dos pasos estaba aquí y no dudo en tratar de golpearme. Puede esquivar uno, e incluso dos golpes pero el tercero me dio de lleno en la cara, tirándome al suelo.

-¡Espera! Has cruzado, ¿verdad? - Pregunté en el suelo. Ella se lo pensó en lo que aproveche a levantarme. -Además, no ha sido para tanto.

- Pero si es irónico que un demonio apedree a un ángel. - Comentó la mujer y me asestó otro puñetazo, el cual no esperaba y dolió tanto como podía.

- ¿Y eso?

- Por imbécil.

Rodé los ojos y comenzamos a subir las escaleras que había tras la puerta.

- ¿Tu eres un demonio? ¿De esos con cuernos y patas de cabra?- Preguntó el chico tras de mí.

Me volví hacia el muchacho, sonriente. Me gustaba que hicieran esas preguntas.

- ¿A caso tengo pintas de esos demonios con cuernos y patas de cabra?- Zack se tomó su tiempo para negar con la cabeza.- Si soy un demonio, mucho más viejo que la humanidad... Y las referencias que hayas podido tener sobre los de mi especie, sobre todo religiosas, no coinciden exactamente con la realidad.

-En la realidad es mucho peor... -Agregó la mujer que iba unos escalones más adelante.- Traficante de almas, torturador experto, traidor... y un largo etcétera. Y antes de que lo preguntes, no, no tengo alas de plumas ni ese rollo.

- ¿Es eso cierto?- Preguntó mirándome con una cara de máximo pesar. Asentí. No le veía el sentido a mentirle. Si bien, no era un traidor, no tenía que discutir eso ahora mismo.- ¿Y porque estoy aquí?

-Eso quiero responderlo yo también. - Dijo la mujer bajando un par de escalones y apoyándose en mi hombro.- Veras yo compré tu alma hace un año, ¿te acuerdas? Bien. Yo le chantajee al caballero de aquí, si se le puede llamar caballero. Y aquí estamos.

- No lo entiendo...

- Que niño más corto... ¿No había uno más tonto en el mercado?

- No le insultes.- Gruñí.

- Es igual, tú le gustas, le haces tilín, le pones. Te ama.- Contestó la mujer al fin. Algo que yo no terminaba de aceptar.- Y el amor, queridos, es demasiado fácil de explotar.

Ahora mismo estaba avergonzado, muy avergonzado. No era justo para él estar aquí por mi culpa.

- Lo siento.- Murmuré mirando al suelo. - No quería algo así para ti.

-Estoy bien. No he sufrido daño alguno y te he conocido más en estas últimas horas que en el último año.

El chico subió un par de escalones y se puso a mi altura. Le mire a los ojos y tenía un leve brillo lo que me inspiro a sonreírle y lleve una mano a su mejilla y la acaricie suavemente.

- Pero quiero seguir conociéndote, por mucho miedo que dé o de lo malo que haya sido.

- Está bien. Responderé a tus preguntas, todas y cada una de ellas. Pero antes salgamos de aquí.

domingo, 16 de junio de 2013

Tierra (Eva 8)

"Un murmullo puede traer un gran eco"

Es lo que ponía sobre la nueva puerta al final de otras casi interminables escaleras. Esta era igual que la anterior, pero en lugar de un zafiro, esta disponía de un rubí tallado en el sello. Esta vez, el ángel no se molestó en tratar de abrir la puerta y directamente me pidió el anillo que abría la puerta. Se lo di y abrió sin problemas, dejando un vacío enorme, salvado únicamente por un puente colgante.

-Voy a sospechar que hay truco.

La mujer se asomó al abismo y comprobó que no era una ilusión y que si tenía profundidad, no como el agua de hace un rato. También tocó el puente que parecía sólido como lo aparentaba.

-Me rindo. ¿Y el truco?- En respuesta, me encogí de hombros.- Pues ve tú delante, te sigo.

Asentí. Cogí la mano de Zack, que me la tomó sin protestar y comencé a caminar por los listones del puente. Ante nosotros cayó una enorme roca, que atravesó un tablón, dejando un gran agujero en este. Cayó otra roca al lado de Zack, que le hizo sobresaltarse y perder el equilibrio. Le sostuve y le pegué a mi cuerpo.

Pero la lluvia de guijarros siguió, por lo que apuramos el paso antes de que el puente cediese y no pudiéramos llegar al otro lado.

Para evitar que nos diese a nosotros, de mi sombra obtuve lo que vendría a ser un paraguas sólido. Las rocas golpeaban contra el material sombrío denso y evitaban que alcanzasen a Zack, pero me daba dolor de cabeza.

A escasos metros de completar el camino, una roca, del mismo ancho que el puente cayó en nuestro camino, impidiéndonos continuar.

-¿En serio? - Murmuré fastidiado.- Toma, sujeta esto.

Le tendí el paraguas al chico y cree una enorme espada larga, fina y muy cortante. Esperaba que fuera suficiente. Embestí contra nuestro impedimento y con un par de cortes, la roca parecía igual.

Acto seguido otra nueva roca más pequeña la golpeo, rompiendo el equilibrio que tenía la más grande y fue cuando se hicieron patentes los cortes, ya que los cortes hicieron que se empezasen a resbalar las diferentes partes de la roca hasta que finalmente solo quedaba la base de la roca.

Subí encima y ayude a Zack a subir para poder continuar.

-Erik... Tu nariz.- Murmuró.

Me lleve la mano a la parte mencionada y pude notar un fluido espeso y caliente. Me estaba sangrando la nariz. Estas rocas tenían algo que no era precisamente bueno.

Un crujido.

Una de las cuerdas que sujetaba el puente se rompió por la metralla pétrea que estaba soportando. Agarre al chico y volví a tirar de él, sorteando los pedruscos que empezaban a acumularse. Otra cuerda finalmente cedió. El puente no tardaría en terminar de romperse y caer al foso.

En una fracción de segundo tomé al humano y me lo eché al hombro, como si de un saco de patatas se tratase y corrí por lo que faltaba. El ángel nos seguía de cerca. Cuando alcance suelo seguro el puente cayó al vacío, pero la mujer no había llegado todavía y se aferró a Zack, tirando de él, y este a su vez de mí.

Los tres nos caímos al vacío. En lo que un reflejo me dio tiempo, clave algo en la pared, frenando nuestra caída. Pude notar el tirón que dio Zack y que a su vez dio Lia. Nos quedamos en suspensión sobre el vacío.

-¿Alguna otra idea, genio?- Preguntó la mujer.

-Desde luego, mejor que meternos en este embrollo de escalar la dichosa torre, sí.

-¿Soluciones? - Intervino Zack.

-Solo hay que escalar.- Contesté al chico, dado que tenía razón, discutir no solucionaba nada. Desgraciadamente el puente había cedió de este lado y los restos colgaban al otro lado del vacío.

-¿Cómo? - Inquirió la mujer. - La pared está demasiado lisa.

Tome aire. Respire hondo. Tenía que pensar algo. Si la pared era lisa, crearíamos irregularidades. Me concentre mucho y cree un artilugio que fuera capad de formar grandes socavones en la pared pero lo suficientemente juntos como para ser escalables.

¿Y si en lugar de hacer socavones hacia salientes? Podría hacer picos sombríos y usarlos para subir.

Para empezar cree uno de esos picos bajo mis pies y luego otro debajo de Zack y el ángel. Me solté del gancho que nos mantenía y caímos sobre los picos. Me había asegurado de que fueran más grandes para evitar riesgos innecesarios.

Me agache y ayudé a Zack a subir a mi pico.

-Ya tenéis algo donde escalar.

Con lentitud salimos del vacío, escuche muchas protestas del ángel y trate de ignorarla, cosa que ella se encargó de hacer difícil. Por suerte Zack me animaba con sus sonrisas.

Finalmente dimos con el borde del abismo y el alivio que sentí cuando el muchacho llego sano y salvo fue tal que se me olvido mantener el pico sombrío sobre el que estaba y pude notar como me caía.

Al menos el amago, ya que Lia me agarro de la muñeca y evito que cayese. Sin mucho esfuerzo termino de subirme.

-Gracias. No estoy seguro de si podría volver a subir.

-No lo hice por ti. Te necesito para llegar a la cima de la torre. Deberíamos seguir subiendo o no llegaremos nunca.

-Dame un respiro. - pedí mientras me sentaba en el primer escalón de las nuevas escaleras, escondidas tras la puerta.

-¿Cómo lo has hecho? Pensé que no se podía crear portales aquí dentro.

-Y no se puede.- contesté sin estar seguro sobre que estábamos hablando.

-¿Entonces cómo has creado todos esos picos?

-Pues eso, creándolos no he traído nada de ningún sitio. Puedo crear objetos a partir de sombras.

-¿Y no crees que eso es un dato interesante? - Preguntó la mujer, a lo que me encogí de hombros.

Claro que era interesante pero no le iba a contar todo lo que le resultara interesante. Y por supuesto no le iba a decir que mi intención es que no fuera a salir de la isla viva.

-¿Continuamos?- Comenté sin ganas de seguir con el interrogatorio.

Ambos asintieron con lo que me levanté y comencé a subir escaleras.

domingo, 9 de junio de 2013

Agua (Eva 7)

"El reflejo es la mejor forma de aprender sobre nosotros mismos"

Eso es lo que rezaba la puerta, más o menos. Llevábamos un buen rato subiendo escaleras en silencio, solo se oían nuestros pasos sobre las losas y el respirar cada vez más agitado de Zack. La puerta había aparecido al finalizar las escaleras. Esta estaba adornada con un zafiro azul en el medio y las letras aparecían rodeando el marco de la puerta.

-¿Cómo abrimos la puerta?- Preguntó Lia tras probar a abrirla sin éxito.

Del bolsillo del vaquero saqué un anillo del mismo color del zafiro de la puerta. Se lo tiré. La mujer lo examino y busco en la puerta algo donde ponerlo. Al parecer no encontró nada. Algo que no me sorprendo.

-Póntelo.- Murmuré.- Y empuja el cristal.

La rubia fue lo que hizo. Se colocó el anillo en el dedo anular y tocó el cristal levemente, haciendo que la puerta se abriese, dejando que la luz inundase la escalera. En la estancia había una pequeña isla en medio del mar. De hecho, donde acababa la losa del suelo de las escaleras empezaba el mar, de un color turquesa. A los lados solo había más y más mar, lo único que destacaba era otra puerta al otro lado de la pequeña isla, también suspendida sobre el mar.

-¿Cómo piensas llegar hasta allí?- Preguntó la mujer con ironía.- ¿Caminado sobre el agua?

-Por ejemplo.- Contesté.

Di un paso. Bajo el agua había arena y solo cubría hasta el tobillo. Me giré hacía ellos para decirles que no pasaba nada. La chica no tardo nada en dar el paso y encaminarse hacia la salida. Zack se lo pensó un poco más.

-No tengas miedo, yo te cubro.

Le tendí la mano y él la tomo, ayudándose para dar el paso y meter el pie en el agua tibia. Luego dio otro paso y camino con más seguridad.

-¿Que pega hay? - Preguntó la chica cuando llego a la islita que tenía una palmera en el medio.- Es demasiado fácil.

Justo al decir esas palabras, tras de ella apareció una sombra con su misma figura, como si de dos gotas de agua se tratasen, solo que una de ellas era negra completamente. Con un gesto de cabeza le indique que ahí tenía su respuesta.

En frente de mi surgió otra sombra con mi mismo aspecto, pero sin color alguno. Y justo tras mi sombra apareció la antagónica forma de Zack.

Instintivamente empuje al chico tras de mí y cree un arma de sombra. Mi doble hizo justo lo mismo y fue lo que me dio la pista de mi propio punto débil. El mismo que había aprovechado Lia, Zack. Estaba seguro que no podía ganarme a mí mismo, pero si hería a el Zack sombrío, mi yo se volvería loco el tiempo suficiente para rematarlo.

Lance un par de estocadas a mi sombra y jugué un par de veces con los pies, cuando bajo la guardia, aproveche para acercarme al doble humano. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, solo tuve que hacerle un ligero arañazo y se desvaneció como si se hubiera diluido en el agua.

Mi otro yo rugió y se lanzó con temible ira hacia mí. Solo tuve que esquivar y repeler algún golpe y en una estocada perdió la guardia, lo cual aproveche para herirle y para cuando cayó al suelo se deshizo en el agua.

Una vez seguro de que no corríamos peligro, me acerque de nuevo Zack y comprobé que estuviera bien. Me volví hacia el ángel que luchaba contra su sombra de manera muy impetuosa, sin perder terreno, pero sin ganarlo. Dado que si le dejaba así podíamos no acabar nunca, por lo que opte en intervenir. Me descolgué el arco y estrene mi reciente adquisición. No necesitaba de flecha alguna, ya que podía crearlas de sombra, lo cual convertía el arco en una potente arma. Tense la cuerda y una fina flecha apareció colocada. Solté la cuerda y el proyectil salió disparado hacia el objetivo, impactando directamente en la frente del ángel oscuro, que como nuestros dobles, se deshizo en el agua...

-Podía yo sola.- Reprochó.

-Pensé que querías llegar arriba del todo. Lo siento si me equivoque.

La mujer refunfuño y se volvió hacia la puerta. Zack y yo la seguimos. Tras el umbral aparecieron más escaleras ascendentes.

-¿Hay que seguir subiendo?

-Es una torre, ¿qué esperabas?- Refunfuñó la mujer mientras comenzaba la ascensión.

-¿No se os ocurrió un elevador cuando la construisteis?

-Se supone que forma parte de la prueba, la constancia y esas cosas.- Contesté.

-¿Y no podéis transportaros? Tú me has llevado un par de veces así.

La mujer se giró. Sabía que por su cabeza pasaba algo así como: "¿Cómo no se me ha podido ocurrir a mí?" Y lo intentó. Un par de veces.

-No puedo.- Sentenció.- ¿Porque no puedo?- Me miró a mi.

-No se puede. Leyes elementales. Eva esta en otro plano distinto al de los humanos y La Torre entera es un portal a ese plano. Nosotros para transportarnos creamos portales a otra dimensión y luego abrimos otro para volver pero en otro sitio.

-¿Y?- Respondió el ángel.

-No puedes poner un portal dentro de otro.- Contesté.

-Estúpidas leyes elementales.- Farfullo y siguió subiendo escaleras.

Yo me puse delante de Zack y le ofrecí mi espalda.

-Sube, a este piso invito yo.- Reí.

El chico no se lo pensó mucho y monto encima de mí. Ascendimos mucho más rápido.

domingo, 2 de junio de 2013

Entrada (Eva 6)

Tras de mí, entraron Lia y Zack. Hacía frío y el suelo era resbaladizo pese a ser de pura roca. Además la única luz era la que entraba por la puerta. En las paredes había soportes para antorchas pero no recuerdo que se hubieran usado alguna vez.

Pero lo más interesante de la estancia residía en el fondo de esta.

-¿Eso que se oye es un gruñido?- Preguntó el chico.

-A mí me suena más a un ronquido.- Respondió el ángel.

Camine hacia el interior, pude observar que en el techo de la cavidad colgaban finas estalactitas, amenazantes como cuchillos.

-¡Hey! ¡Grandullón! Tienes visita.- Brame a la oscuridad.

Se oyó el tintineo metálico de cadenas y un bostezo. Noté como algo se movía en la oscuridad y se acercaba. Una ráfaga de aire helado me atravesó. Sabía que tenía la nariz del guardián a pocos centímetros de mí.

-Deberías de limpiarte los dientes, Cer, te apesta el aliento.

-Y tú deberías de acordarte de traer comida más a menudo, Erik.- Contestó una voz hosca y grave.

-Si... Nos morimos de hambre.- Contestó otra voz igual de hosca y ronca.

-Mirad, sí que ha traído algo...- Observó una tercera voz, como las anteriores.

-¿Porqué tengo la sensación de que no me va a gustar el resultado de lo que ocurra? -Objetó Zack a mi espalda.

-Yo no soy comida, chucho sarnoso. Quítate de mi camino y déjame pasar.- Gritó Lia.

-¿Chucho? -Repitieron las tres voces a la vez.

-Nos ha llamado chucho, hermanos.-Dijo una de ellas.

Se volvió a mover algo en la oscuridad con su consiguiente tintineo de cadenas. Ahora se podía apreciar claramente de que se trataba, un enorme perro, que casi llegaba al techo del gran rellano, y poseedor de tres cabezas, lo que explicaba las tres voces diferentes pero parecidas. Además tenia parte del cuerpo congelado, o al menos, cubierto de hielo.

-Erik, ¿Qué nos has traído? ¿Un ángel?

Encogí los hombros como respuesta. Me alejé lentamente de la mujer, empujando a Zack conmigo.

-¿Algún problema, chucho? Apártate y déjanos pasar.

Podía oír como el enorme sabueso gruñía a Lia que no estaba siendo encantadora precisamente. En cualquier momento se le lanzaría encima y posiblemente el cerbero perdería.

El tricéfalo ladró con fuerza, y por su boca salieron témpanos de hielo. Con un acto reflejo, nos cubrí a Zack y a mí, con una capa de sombras que desviaron las armas arrojadizas.

El ángel se había puesto a atacar sin demora, era la primera vez que la veía mover un dedo y que no fuera para molestar. Asestó varios golpes tanto en el cuerpo como en cada una de las cabezas del guardián.

El último de esos fatales golpes, empujo a Cerbero hasta la pared, con lo que retumbo toda la estancia y las estalactitas del techo bambolearon amenazadoramente. El perro se quejó y trato de ponerse de pie de nuevo, pero no tuvo éxito y volvió a caerse contra la pared, haciendo que las estalactitas temblasen más.

Algunas empezaron a caer.

Agarre a Zack por la muñeca y tire de él hacia la puerta que era custodiada por el cánido. Tuve que esquivar muchos témpanos que se quedaban clavados en el suelo y otros muchos que se abalanzaban sobre nosotros. Abrí la puerta de un golpe y pasamos a unas escaleras sin peligro alguno. Lia nos siguió y cerró la puerta tras nosotros.

La estancia era oscura, pero se podía ver, era húmeda y hacía fresco.

-¿Qué era eso?- Preguntó el humano con los ojos abiertos como platos.

-Se llama Cerbero, es el guardián de la torre.

-Te conocía.- Asentí, no me parecía algo tan raro.- No me estoy enterando de nada.

-Es normal, todo ha ocurrido muy rápido. No debería de haber sido así.- Contesté con tono sereno y calmado, con intención de que no sonara tan malo de cómo era.

-Te lo explicaré rápido, fácil y para toda la familia.- El ángel bajo los pocos escalones que había subido.- Él es un demonio que trafica con almas humanas. Yo soy un ángel, que velo por la humanidad.- En estas últimas palabras la mujer hizo unas señas de comillas con los dedos.- Tú eres un simple humano. Le hice chantaje al demonio de aquí contigo para que me trajera hasta aquí y me ayudara a conseguir lo que hay al final de estas escaleras.

El silencio del chico se hizo patente y no quise hacer mas referencia a ello por el momento. La mujer comenzó a subir los escalones. Hice una seña a Zack para que le siguiese y empecé a subir escaleras tras ellos dos.

domingo, 26 de mayo de 2013

Licantropo (Eva 5)

Me desperté en la misma posición en la que me quede dormido. El sol se filtraba por la ventana, dando demasiada claridad a la habitación. Con agilidad felina me levante sin despertar al chico que seguía durmiendo y deslice la cortina, dejando la estancia en penumbra.

El periódico estaba encima de la mesa de café al lado de la ventana. Traía de portada varios terremotos en el rift africano me pare frente a él cuando algo al fondo, en la cocina, se movió.

Para mi suerte era Lia.

-¿Cómo te has colado aquí?- grité en voz baja.

-Bueno... Ya sabes... Por la puerta.-Miré hacia el lugar citado y estaba tal y como lo recordaba, cerrado, por lo que no termine de creerla.

-Dijiste que le quedaba más tiempo.

-Por lo visto me equivoqué, no me llevo muy bien con las mates.

-Teníamos un trato... -Murmuré conteniendo la ira.

- Así es... y todavía no tengo Eva en mi poder, así que no has cumplido tu parte. No esperes que yo lo haga.

- Dame tres días.

La mujer negó con la cabeza. Mire al sofá donde Zack dormía. Podía dejarle ahí y volver antes de que despertara.

El ángel pareció entender e hizo un giro de muñeca, haciendo pedazos la puerta de la entrada y justo tras ella aguardaba un cosechador.

Sin pensarlo un segundo, usando su propia sombra le destroce. Acto seguido el pánico corrió por mis venas.

- Muévete, Zack.-Le zarandee a lo cual el reaccionó adormilado.

Con demasiada urgencia cogía un par de camisetas de mi habitación y le lancé una.

-Tenemos que irnos.

El chico se levantó sobresaltado.

-Pensé que aquí estábamos seguros.

-Yo también hasta que...-Miré hacia la cocina donde estaba la culpable de todo esto, pero la muy zorra se había ido.-Da igual, ya no es seguro y no tardarán en dar con nosotros.

El chico se cambió la camiseta.

Una ventana se rompió en el salón y tras los añicos de cristal apareció otro cosechador, en posición depredadora y la vista clavada en Zack.

Agarre al chico del antebrazo y tire de él para que me abrazase y aprovechando el gesto me transporte con el chico en mis brazos.

-¿Pero qué demonios...?-Farfulló el muchacho. - Ayer por la noche hiciste lo mismo... ¿Qué es?

-Una forma de moverse en el espacio en muy poco tiempo. Ahora estamos en el rift africano.

-¿Me estás diciendo que hace dos minutos dormía en tu piso de Nueva York y ahora estoy en vete a saber dónde de África?

Le mire y asentí. No tenía intención de que lo comprendiese todo.

-¿Y qué hacemos aquí?

Antes de contestar silbe con fuerza haciendo que se oyese por todo el valle. El chico se tapó los oídos ante el estruendo y algunos pájaros salieron volando.

-Buscamos a un hombre lobo que tiene un anillo que abre una puerta.

-¿Un hombre lobo?-Repitió

-Sí, esos que se convierten en lobos... Lo de la luna llena es un mito, se transforman cuando quieren... La mayoría de las veces.

-Claro... ¿Y tú? ¿Qué eres?- Preguntó el chico.

Me disponía a contestar, pero empezaron a rodearnos varios hombres. Conté siete más el alfa.

-¿Por qué será que no me sorprende que estés aquí?- Comentó el lobo alfa, fácilmente reconocible porque era un poco más alto y más musculoso que sus esbirros.-¿Qué haces aquí?

-Quiero pedirte un favor.

-He hablado con Alex. Sé qué favor me vas a pedir y que vas a intentar coger el anillo.

-Sabes que no me gusta pelear, pero no tendré remordimientos por patear a tu patética manda y luego quitarte el anillo.

No gusto a los hombres lobo lo que dije dado que se pusieron a gruñir. Tenía que reconocer que en el sexo, los gruñidos de los licántropos son muy excitantes, en el resto de cosas resultan irritantes y amenazadores.

-Y diles a tus esbirros que gruñir puede ser molesto y amenazante.

Mi objetivo era que perdiesen la paciencia y atacasen, eso les haría perder la formación y serían más fáciles de combatir.

Me giré hacia el chico al que más rápido le latía el corazón gruñía de pura ira, solo necesitaba un empujoncito para que estallase. Invoque mi espada y le coloque un fino recubrimiento de plata sintética.

Como esperaba el mozo considero la acción hostil y se lanzó sobre nosotros. Algunos les siguieron.

Me limite a golpearles con la espada, algo que les quemaba más allá del mero golpe.

Los jóvenes con apenas uno o dos golpes se quedaban retorciéndose en el suelo, mientras que los más experimentados tenían mas tolerancia al dolor y tenía que romperles algún hueso.

Tras dejar a todos los licántropos en el suelo, me volví hacia el alfa.

-No me obligues, Adam.- Le dije a la vez que le tendía la mano abierta pidiendo el anillo.

El hombre se llevó la mano al anillo que estaba en la contraria. Esbozo media sonrisa.

-Hoy no.

Me gire al ver que su vista se había centrado en otra cosa. Detrás de Zack había otro hombre lobo con intención de morderle. Sin pensarlo alce mi espada y se la clave en el hombro, y dejándola ahí, le quemaba y se veía salir un poco de humo. Le di una suave patada en el pecho para desincrustar mi espada del cuerpo haciendo que salpicase sangre por todos lados. El cuerpo se desplomo inerte sobre la tierra.

Me arrodille al lado de Zack y le pregunté si estaba bien. Estaba anonadado y cubierto de gotitas de sangre pero el chico asintió levemente sin apartar la vista del muerto.

-Siento lo de tu beta.-Comenté mientras me levantaba.

Adam estaba al borde de la pura ira. Eso le haría salir de su posición defensiva. Sus puños estaban apretados, muy apretados. Al igual que sus dientes. El hombre al que no le faltaba un músculo, murmuró algo que no termine de oír por lo que le ignore.

Finalmente el hombre perdió los estribos, se lanzó sobre nosotros y no fue muy difícil hacerle frente. Siendo un tipo tan fuerte y corpulento solo tenía que esquivarlo y su peso haría el resto.

Di unos pasos hacia delante para distanciarme del humano. Cuando el licántropo me tuvo a tiro realice un amago y le asesté un rodillazo en el abdomen seguido de un codazo en la espalda dejándole en el suelo. Coloque un pie sobre su espalda y cogí su mano derecha y tiré hacia arriba, retorciéndole el brazo, si tirase un poco más fuerte creo que podría arrancárselo.

Pero no era mi intención, solo quería lo que había en su dedo anular. Ahora le era imposible mantener el puño cerrado por lo que fue facilísimo quitárselo.

-No te saldrás con la tuya.- Farfulló tirado en el suelo.

-No es a mí a quien tienes que detener.

-¿A no? -Preguntó con cierta ironía.- Sorpréndeme.

Dejándole aun inmovilizado, me agache a su lado, clavando mi rodilla entre sus omóplatos.

-Eres el último. Sabes dónde buscarme.

Di un ligero empujón desencajándole el hombro con un fuerte crujido. El hombre gritó de dolor. Aproveche la conmoción para andar hasta Zack, que se había agazapado en medio de la explanada. Le tendí la mano y le ayude a ponerse de pie.

-¿Que eres?- Musitó con temor mientras me miraba con ojos lloros y atemorizados.

-Te contestaré las preguntas, pero este no es el sitio ni el momento adecuados.- Murmuré de manera más tierna que pude. Con mi dedo le limpie una gota de sangre que le había salpicado en la mejilla.

-¡Erik!

Me giré hacia el alfa que se levantaba tambaleante del suelo.

-Hasta pronto Adam. Te devolveré tu anillo en la próxima.

Agarré al chico y me transporte, llevándole conmigo, justo antes de que el hombre lobo se nos echase encima.

Aparecimos en una playa. Las vistas ahí siempre me habían parecido terriblemente hermosas, aguas azul turquesa, arena blanca y fina y hacia el interior de la isla, justo en el medio de esta estaba la enorme torre negra, contrastada con el cielo limpio y claro.

-¿Qué lugar es este?

-Quae salvat. Así es como se llama en las leyendas antiguas. La torre que guarda. Pero eso no quiere decir que sea su nombre.-Me senté en la arena, de espaldas a la torre.

-¿Guarda? ¿Que guarda?

-Lo que todo ser, humano o no, anhela.- El chico se sentó a mi lado y me miró con curiosidad.- Ser Dios.

-¿Y porque me trajiste aquí? Ni siquiera sabía que esta isla existiera.

-Es el lugar más seguro que hay, muy poca gente conoce su ubicación y mucha menos sabe llegar. Así que no vendrán a buscar tu alma hasta aquí.

-En eso te equivocas.- Lia, el ángel, apareció a tocar las narices, como siempre.- Acabemos rápido ahí dentro y así nos vamos todos pronto a casa.

-¡Tú!- Bramó el chico. A la vez que se levantaba sobresaltado.- Eres la que me compro mi alma.

La mujer sonrío ampliamente.

-La recuperaré, no te preocupes. -Le consolé mientras me levantaba yo también.- Vamos.

Caminamos hacia la torre y nos topamos con la puerta, enorme y con cierto estilo gótico, arcos apuntados. El material no era ninguno que se pudiera encontrar en el resto de la tierra, era un potente compuesto angelical y demoníaco.

Antes de entrar, me apoye en la puerta.

-Antes dame lo que me debes, Lia.

La mujer rodó los ojos y saco de la nada un arco blanco. Me lo tendió y lo acepte con gratitud y me lo coloque cruzándome la espalda. Acto seguido, me volví hacia la torre de nuevo. Empuje las pesadas puertas y salió de su interior una ráfaga de aire frío y húmedo.

-Bienvenidos a La Torre.

domingo, 19 de mayo de 2013

Sirena (Eva 4)

Llegué al paseo costero, cerca de la opera de Sydney. El ángel apareció tras de mí.

-¿Porque no me traes siempre a sitios como estos?- Murmuró. No conteste y empecé a andar sin dirección concreta.- Otra cosa, ¿Cómo eres capad de encontrar a tus compañeros guardianes?

Me replantee la pregunta, era algo que nunca antes había pensado en ello.

-No lo sé.- Conteste vagamente. - Las noticias me suelen indicar el lugar y luego simplemente me dejo caer.

La chica se adelantó y se puso en mi camino.

-Dime que sabes a donde vamos y que no estas andando por andar.

-Sé a dónde voy y no estoy andando por andar.-Repetí encogiendo los hombros.- ¿Tanta ilusión te hace que te mienta?

-Me da igual, ángel, demonio o humano todo el género masculino es estúpido.

Contestó y empezó a caminar por el paseo mientras despotricaba contra el género opuesto.

Una punzada me asalto en el estómago y de manera automática giré y me interné en la ciudad. Entre en una cafetería y me senté en un taburete en la barra. Señale una tarta con buena pinta y la camarera asintió.

-Pero serás mamón, ¿Cómo se te ocurre dejarme hablando sola de esa manera?

-Mejor, pónmelo para llevar. -Le dije a la camarera, que volvió a asentir con una sonrisa un poco forzada.

-¿Qué haces aquí?¿Le has encontrado?

-No, pero sé que está ahí. -Señalé el edificio de enfrente.

-¿Ahí? -Repitió el ángel mientras le daba las gracias a la camarera por el trozo de tarta.

Me levante y salí de la cafetería. Tome dirección al gran hospital, hoy parecía que iba a pasarme el día en hospitales.

Cuando llegamos a la entrada, ya había acabado el trozo de tarta, que estaba muy bueno.

-¿Cuál es el plan? ¿Ir piso por piso y viendo si esta?

Me pare en seco y me voltee hacia la mujer.

-No es un mal plan.- Contesté encogiendo los hombros.

-¿No lo dirás en serio?- Replicó la mujer.

Me monte en el ascensor y pulse todos los botones, de manera que fuimos parando en todos los pisos. En el piso cuarto, las puertas se abrieron, dejando salir a un grupo de enfermeras. Cuando las puertas estaban cerrándose, algo al final del pasillo me llamo la atención, puse la mano en la puerta que dejo de cerrarse y se abrió de nuevo. Salí del ascensor bajo la atenta mirada de las enfermeras, pero no me importo. Lia me seguía de cerca. Camine por el pasillo y me pare frente a la puerta 422. Estaba ahí.

Empuje la puerta suavemente, que hizo un ligero chirrido. Tras ella estaba Elena.

Estaba recostada en una cama con los pies en alto y las piernas abiertas. Estaba dando a luz. He de decir que nunca había visto a una sirena dar a luz.

-Me levantaría a recibirte, Erik, pero me pillas un poco ocupada.

Camine hasta ella y me situé a su lado. Ella me agarro de la camiseta y tiro de mí.

-Sé lo que estás haciendo.- Me susurró en el oído.

-Has provocado un tsunami en Nueva Zelanda.- Comente fingiendo no haberla oído.- Y lo entiendo.

-No pienso dártelo.- Contestó justo antes de una contracción. Me soltó y agarró el colchón de la cama con fuerza mientras se guardaba el grito para ella.

Cuando el dolor remitió y ella se relajó, yo le cogí la mano que tenía más cerca.

-Elena, por favor. Te lo devolveré, sin riesgo alguno. Y podrás continuar normal con tus hijos, sin interrupción sobrenatural.

Le mire a los ojos y ella me devolvió la mirada con los ojos acuosos mientras se lo pensaba.

Otra contracción la invadió y la sirena apretó mi mano como si no hubiera mañana, lo que me hizo tener que tragar el grito de dolor. No sabía que las sirenas fueran tan fuertes. La contracción remitió y mi mano fue liberada pero la deje ahí agarrada a la suya.

-Tómalo y vete.- Murmuró mientras me tendía el anillo color cobalto.

-Gracias.- Contesté y le di un beso en su frente sudada.- Sera una niña igual de terca que su madre.

-Lárgate antes de que me arrepienta.- Me separé de ella no sin antes acariciar la barriga que escondía la nueva vida. -Erik- Me pare en la puerta, justo antes de salir.- No la pifies.

-Me ofendes, Elena. ¿Cuándo la he pifiado yo?

Le guiñe justo antes de salir. El ángel me esperaba apoyada en la pared.

-Te habrá supuesto todo un reto, ¿no? No le he oído peleas, ni cosas rompiéndose.

-Estaba dando a luz.- contesté encogiendo los hombros.- Y ahora, si me disculpas, tengo cosas que hacer.

Las puertas del ascensor se cerraron tras de mí, dejando a la rubia en el rellano. Aprovechando el elevador vacío me transporte hasta mi piso, en Nueva York, aún no había dado ni el medio día aquí.

Me recosté en el sofá y dormí con gana. Me desperté a tiempo para darme una ducha y vestirme. Una vez listo, me transporte hasta un callejón cercano a la cafetería. Caminé hasta allí y entre, sentándome en un taburete en frente de la barra.

-Que guapo este hoy.- dije al camarero que había venido especialmente preparado para la ocasión.

-La ocasión lo requiere.- Contestó a la vez que me sonreía.- Has llegado muy pronto, aun me queda más de media hora.

-Esperaré encantado. - sonreí y daba una vuelta en el taburete.- Mientras ponme un trozo de tarta y un café.

-No sabía que ibas a venir y no te guarde un trozo de tu tarta.- Se disculpó sonrojándose.

-No te pongas así. Cualquiera me vale.- Le sonreí.

El chico raudo, asintió y me puso un pedazo de tarta de fresa y una taza de café. Luego fue a limpiar mesas y seguir sirviendo cafés. Durante la larga media hora no paro un segundo y me sonreía cada vez que pasaba por delante de mí.

Cuando se fue el último de los clientes, Zack cerró la puerta para evitar que nadie más entrase, o para que nosotros no saliésemos. Cuando se volvió me puse de pie y me acerque a él con una sonrisa traviesa.

-Al fin solos.- Le susurré al oído con una voz lenta.- Y por lo visto no tienes intención de dejar que me vaya.

-Con lo que me ha costado que me hagas caso no pienso dejarte marchar tan fácilmente.- Contestó divertido.

Mi cerebro le dedico unos segundos a las palabras que había pronunciado. ¿Sería consciente de que había vendido su alma a cambio de vete a saber qué? Pero no era momento de preguntarlo. Me junte más a él y posé la mano en su espalda baja, juntándonos más aún.

-Me parece bien que no me dejes marchar.

Tímidamente acerque mi rostro al suyo y me humedecí los labios haciendo que mi lengua apenas rozase los labios del chico. Finalmente los junte, uniéndolos en un beso delicado, húmedo y caliente, que rápidamente se convirtió en un beso apasionado y hambriento. Mi instinto me llevo a atraerlo más hacia mí y apretarlo contra mi propio cuerpo, mientras que él unió sus manos tras mi nuca.

Lo único que nos interrumpió fueron las tripas del muchacho que retumbaron reclamando comida. Zack, avergonzado rompió el beso y enterró la cara en mi hombro mientras yo reía.

-Será mejor que te lleve a cenar algo antes de que te mueras de inanición.- El chico asintió y fue a buscar su chaqueta.- ¿Qué te apetece? ¿Un chino? ¿Italiano tal vez? He oído que hay un coreano no muy lejos...

-Pese a no ser muy glamuroso para la primera cita, me apetece pizza.- respondió mientras salíamos del establecimiento por la puerta trasera.

-Me parece una excelente idea.- Contesté satisfecho.- Luego, si quieres, tengo entradas para el Sanctum.

-¿Tienes entradas? Ese lugar está siempre abarrotado y es imposible conseguir una entrada.

-Ventajas de trabajar en él. -Los ojos del chico se quedaron como platos.- Bueno... ¿Quieres ir o busco otro plan?

-No, no... - Se apresuró a decir.- El Sanctum está genial.

Encontramos una pizzería en la cual pedimos una grande con peperoni y extra de queso. Mientras comíamos estuvimos hablando sobre nuestros trabajos. Al parecer el mío era mucho más interesante al ser camarero en el local de moda en Nueva York que en una cafetería de barrio.

-Que ganas tenía de comer algo así.- Dijo Zack cuando acabo con el último trozo.

-Me alegra que te haya gustado.- Susurré en su oído y de seguido bese su cuello y subí por él hasta llegar a su mandíbula y finalmente a sus labios.- Sabes a peperoni y queso.

El muchacho respondió con una sonrisa boba, lo cual le hizo parece mucho más inocente. Me acabe sentando encima de él. No estaba seguro de porqué, pero no podía evitar no hacerlo, simplemente lo hacía. El encargado de la pizzería nos miraba desde el mostrador con cara de desaprobación pero le ignore y seguí disfrutando del muchacho rubio que era mío por esa noche.

Le bese, como hacia un rato, en la cafetería, al principio tímido y suave, pero con los segundos se volvía hambriento y apasionado. Sus manos apretaban mi trasero tirando de mí hacia él.

-Disculpen, pero vamos a cerrar enseguida.- Rompí el beso y lancé una dura mirada al dependiente vestido con un horrible uniforme amarillo y rojo. El chico retrocedió un paso y pude oír como tragaba saliva.

-Claro.- Contestó rápidamente Zack, que me dio un golpecito para que me quitase de encima, pero no me moví.- Erik, ¿estás bien?

-Sí.- Contesté sin mirarle, con la mirada fija en el empleado. Solo se me pasaba por la cabeza elegir una de las mil formas de aplastar a ese molesto insecto. Mi acompañante tiró de mi camiseta haciendo que le mirase, lo que me saco de mi barullo mental y volviese al momento recordando que estaba con él. Le sonreí.- Claro, vayámonos.

Me levante y salimos del local. Al pasar por delante del cristal del local pude ver que el dependiente seguía ahí aterrorizado e inmóvil. Me di por satisfecho y volví a centrarme totalmente en Zack.

La siguiente parada fue el Sanctum.

No hubo problemas para entrar. El interior era oscuro, lo único que estaba iluminado era la barra, el resto tenía luz negra y láseres de colores. La música retumbaba en las paredes y la gente se movía al ritmo de ellas.

Comenzamos a bailar rozando nuestros cuerpos el uno con el otro. Sentía que estaba marcando mi territorio, diciéndoles a los demás depredadores de la sala que esa presa, ese chico, era mío y que nadie tenía que acercarse. No me molesto en absoluto darme cuenta de eso, de hecho me parecía correcto.

-¿Puedes ir a conseguir bebida? - Preguntó en mi oído. No me costó mucho oírle, aunque la música lo hacía más difícil. Asentí - Tomaré un destornillador, si no es mucha molestia.- Negué con la cabeza y él me sonrió - Iré al baño mientras.

En ese preciso momento nos separamos. Él fue hacia los aseos y yo me abrí paso entre la muchedumbre hasta llegar a la barra.

-Por fin llegas.- Dijo el barman.- Llegas tarde.

-Hoy es mi noche libre.- Contesté encogiéndome de hombros.- Ponme dos destornilladores.

-El jefe te está buscando como un loco. - El hombre, de unos treinta años y con ropa oscura, que le daba un aspecto de tipo duro y sexy, preparó los cócteles y los puso sobre la barra.

-Me da lo mismo, hoy no voy a trabajar.- Deje un billete para pagar las consumiciones y me largue.

-¡Nielsen!- Oí bramar a mis espaldas.- ¿Dónde te habías metido? Ponte a emborrachar a la gente ahora mismo.

Me giré con hastío para ver a mi jefe, con la misma camiseta de tirantes blanca sobre unos vaqueros viejos.

-Te lo repito, hoy es mi noche libre.- Contesté a la vez que volvía a caminar hacia los baños.

-Como no te pongas a servir bebidas ahora mismo, te despido.- No sabía si me veía todavía o no, pero encogí los hombros sin volverme y continué caminando.- Bien. No te molestes en volver mañana.

Ahora tendría que pensar en buscar otro trabajo. Bueno, me preocuparía mañana.

Mientras apartaba a la gente me fije que no todo era lo que parecía. Crucé la mirada con un recolector, fácil de detectar por sus ojos oscuros y vidriosos. Me resulto extraño que estuviera aquí.

Zack.

Con más urgencia me abrí paso hasta los baños y justo el muchacho salía de ellos.

-¿Estas bien? Parece que has visto un fantasma.

Me lance sobre él y le abracé. Me di cuenta que había perdido las bebidas en algún momento de la barra hasta ahí.

-Tenemos que irnos.- Le dije y tire de su muñeca hacia la salida. Él se zafó.

-¿Que? Acabamos de llegar... ¿Qué ocurre?

-Hace cosa de un año vendiste tu alma a una mujer rubia. Hoy han venido a buscarla.

Por detrás del muchacho paso otro recolector. Estaban acechando.

- Por favor, déjame ayudarte.

El chico ahora se dejó guiar y me dejo sacarle de la fiesta pon la entrada. Una vez fuera camine por las calles, en dirección a mi casa.

-Erik, ¿a dónde vamos?

-A un lugar seguro. - Contesté. Sabía que debía estar asustándose y no era momento para eso. Le aparte de la sigilosa calle, hasta un callejón cercano.- No sé porque lo hiciste, pero vendiste tu alma a un ángel, y ahora viene a recogerla para llevársela. No sé si pensaste que era broma o no, pero es cierto y no durarán en destrozarte para obtener tu alma.

"Chapó, Erik, ahora seguro que no se asusta." Pensé para mis adentros. Al fondo del oscuro callejón, apareció una silueta, al guiarme para buscar una escapatoria vi que en la entrada del callejón también había aparecido otra silueta. Maldije para mis adentros.

-Erik... Dime que son amigos tuyos.- Dijo el muchacho detrás mío.

-¿porque todo el mundo quiere que le mienta?-Dije recordando la conversación que había tenido esta mañana con Lia.

Lia. Ella tenía que estar detrás de todo...

Siluetas se fueron acumulando en los lados del callejón. Me volví hacia Zack e hice que se pegase a la pared y se encogiese.

-No te asustes más de lo que ya estas.- Murmuré.

El chico asintió y se acurrucó en un rincón junto a un contenedor metálico. Me separé de ese rincón para tener espacio. Las siluetas fueron tomando forma, convirtiéndose en personas encorvadas y con garras en lugar de manos. Conté rápidamente y era alguna más de una docena.

-Debes de estar orgulloso, rara vez envían a más de un par para buscar a una persona.

Le sonreí al chico que temblaba en el suelo.

Estiré el brazo y la mano se materializó una espada de pura oscuridad. En ese instante, varios de esos recolectores se lanzaron encima de mí. No me llevo mucho quitármelos de encima, a base de estacazos y esquivar varios zarpazos. Aquellos que se atrevían a acercarse a Zack recibían un mandoble haciendo que se partieran por la mitad y se convirtieran en polvo.

-Sabía que este chico me traería problemas.- Dijo una voz tranquila. Las siluetas se apartaron, dejando ver a un hombre de traje con la piel blanca como la leche.- Pero lo último que me imaginaba era un demonio protegiendo a un humano.

-Sorpresas que da la vida, sino sería muy aburrida.

-Cierto.- Contestó el hombre con una escueta sonrisa.- Y pensar que eras de mis mejores clientes.

-Era yo el que te daba permiso para cosechar las almas... No lo olvides, Gastón.-Retrocedí lentamente hasta quedar al lado de Zack.

-Pero esta vez no es tuya... Debes dárnoslo.

Apoye mi mano sobre el hombro del muchacho, que no dejo de temblar. En un rápido movimiento, lance un pequeño cuchillo improvisado con umbrokinesis hacia el hombre, a la vez que me transportaba con el chico.

Aparecimos en mi apartamento. Me tire en el sofá agotado. Cuando el chico se percató de todo, se levantó y empezó a dar vueltas y a hacer preguntas. Muchas preguntas. Deje que hablase, que pensase, que gritara y todo lo que tuviera que hacer. Al fin y al cabo era normal esa reacción.

-¿Que ha pasado? - Preguntó finalmente sentándose a mi lado en el sofá y mirándome con tristeza.

Yo me arrime a él, puse las piernas sobre las suyas y me acomode en su hombro.

- Lo arreglaremos. - Murmuré. - Aquí estas a salvo.

Lo último que recuerdo de esa noche es echarnos una manta encima.

domingo, 12 de mayo de 2013

Fantasma (Eva 3)

Justo al salir de la ducha el teléfono sonó y al descolgar escuche la irritante voz del ángel, que empezó a parlotear.

-Nos vemos en México.- le corté y colgué.

Me puse una ropa cualquiera y viaje a México gracias a la umbrokinesis. Acabe en los alrededores del estadio donde se había cancelado la semifinal de fútbol A unos pasos estaba todo tirado y caótico con árboles arrancados de cuajo e incrustados en casas sin techos.

El calor de México era excesivo y eso que solo hacia unas pocas horas que había amanecido.

Me puse gafas de sol, que siempre ayudan.

-Por favor, ¿qué te has hecho? -dijo a mi espaldas la chica rubia.-¿vaqueros y una camiseta de tirantes verde?- me miré y no conseguí ver nada malo, con lo que encogí los hombros. -¿Y esas gafas? ¿Qué te crees que eres? ¿Del equipo A?

-¿El equipo A?- Repetí confuso.- En fin, da igual...

Camine buscando algo que indicase donde estaba el guardián del viento.

-Vale, ignorando tu mal gusto vistiendo... ¿Qué hacemos aquí?

-Buscamos el origen de los tornados.

-Vale... ¿qué te parece una cochambrosa casa intacta?

Me gire hacia donde la rubia indicaba, una casa abandonada con alguna ventana rota, pero por el resto estaba bastante bien conservada.

Asentí y fuimos hasta allí.

La puerta abrió con un chirrido, dando paso a una casa oscura. Tenía el aspecto de haber sido barrido por el fuego.

-¿Y que buscamos aquí?- Pregunto Lia.

-Creo que a mi.- contesto una voz masculina.- Jo, Erik, no sé cómo te lo montas pero siempre atraes a las chicas más bonitas.-Y el pelo de mi acompañante revoloteo.

-Toda tuya, Cristopher.-Conteste encogiendo los hombros.

-¿En serio?- una ráfaga helada se puso justo a mi lado y en la punta de mi nariz se condenso un frío y denso líquido.

-Apártate un poco.- le comente mientras daba un paso a tras.

-Mira, demonio del tres al cuarto, a mí no me ofrezcas como si de un objeto...-a la chica empezó a resbalarle la misma baba espesa por la mejilla. -¡Sera cerdo el fantasma salido!

El ángel empezó a agitarse tratando de espantar al fantasma. Lo único que consiguió fue llenarse las manos de ectoplasma fantasmal.

-Bueno, ¿a qué se debe tu visita? -preguntó el fantasma que se hizo semitransparente sobre las escaleras. Acto seguido Lia dejo de manotear el aire.- No es tu afición traer solteritas a mi casa...

-Cuidado con lo que dices, fantasmón.-advirtió la chica.

-No, no vengo a traerte solteritas- La chica me lanzó una mirada de advertencia que ignore.- Sino a pedirte un favor.

-¡El gran y magnifico demonio viene a pedir ayuda a un pobre fantasma!- dijo mientras levitaba hacia mí. -¿En qué puedo ayudarte? Me gusta la idea de que me debas un favor.

-Quiero pedirte la llave de La Torre.

La expresión del fantasma cambio completamente. Porque quien diga que un muerto no puede expresarse no sabe lo que dice.

-¿Cómo te atreves a pedirme eso?- exclamó empezando a dar vueltas por la estancia.- Sabes que no puedes.-Pose una mirada dura sobre el delgado fantasma. -No, Erik, sabes que no.

La chica empezaba a impacientarse y no sabía cuánto aguantaría sin hacer nada.

-¡Te lo devolveré! Intacto. -Me apresure a añadir.

El ángel se apropió de un atizador de hierro que había en un rincón de la casa, el fantasma le vio y trago saliva fuertemente, si es que los fantasmas hacen eso.

-¿Tienes más ganas de colaborar?- Murmuró la chica con voz amenazante mientras que con el atizador daba suaves golpes contra su mano.

El fantasma y el ángel empezaron a jugar al gato y al ratón. Yo husmee por la casa en busca de algo que pudiera ayudar. Tras revisar todo el piso no encontré nada útil. Me quede mirando a la nada, apoyado sobre el marco de una puerta. Algo me llamo la atención, por la ventana de la cocina se podía ver una pequeña lápida en forma de cruz clavada a pocos metros de la casa.

Ignorando el estruendo que hacían la pareja salí de la casa por la puerta trasera. Tras eso los dos pararon para ver que hacía. Me encamine hacia la pequeña cruz y me agache junto a ella. En la inscripción rezaba: "Christopher Laurence"

-Tu anillo sigue ahí, contigo, ¿verdad?- Resolví.

-Ni se te ocurra, Erik.- gruño el fantasma que se iba a abalanzar sobre mi hasta que Lia puso el atizador entre los dos evitando que el incorpóreo se moviese.

-¿Te vas a poner a asaltar tumbas?- Apuntó el ángel. -Ahora entiendo tu modelito... vas rollo arqueólogo millonetis.

Le lance una mirada asesina, que con la concentración suficiente no mataría pero si dejaría gravemente herido. Emplee ese esfuerzo en crear una pala desde las sombras. Comencé a cavar bajo la atenta mirada de los otros dos.

-No tenéis intención de ayudarme, ¿verdad?- Pregunté tras llevar un corto periodo de tiempo.

-No.- Contestaron ambos a la vez.

Rodé los ojos y volví a cavar. Esta vez cree más palas “oscuras” que se movieran solas y me ayudaran a cavar más rápido.

Tras más de dos horas, di con un ataúd de madera de pino. Lo lógico hubiera sido gritar para avisar de que lo había encontrado, pero ellos no habían ayudado, no se llevarían la emoción de asaltar la tumba.

Golpee la tapa un par de veces, hasta que cedió y los tablones se partieron. Un horrible hedor se desprendió de su interior, haciéndome recordar que no hacía falta que respirase. Contuve el aliento y me agache para mirar en el interior de la caja. Mi búsqueda se centró en las esqueléticas manos del cadáver y efectivamente un anillo metálico y de color amarillento estaba en uno de los raquíticos dedos. Una vez en mi poder, salte del hoyo y camine, alejándome de la casa.

-¿Lo tienes? – Preguntó el ángel aun en el porche trasero de la casa.

En respuesta y sin volver a mirarme, enseñe el áureo complemento por encima de mi hombro. En pocos pasos la mujer se puso a mi altura.

-Eres todo un crack.

-¡Espera!- Paré y me giré hacia el fantasma que se había quedado allí.- Lo siento, Erik, Pero no puedo dejarte ir con eso.

-Te lo devolveré, Cristopher, no te preocupes.

-Y para que quiero el anillo si ya no custodia nada… No puedo dejarte ir con ello.

Empezó a levantarse una brisa que se transformó en un violento viento. El polvo del suelo comenzó a levantarse y quedo girando sobre la casa. Más bien en torno al fantasma. Me vi obligado a cubrirme la cara con el brazo y notaba la arena rascándome la piel. Me arrepentí de no haber traído una chaqueta o un pañuelo. El vendaval comenzó a moverme, haciendo que tuviera que poner todo mi empeño en mantenerme pegado al suelo.

Una roca, que no vi venir, me golpeo en el hombro y me hizo perder el equilibrio, haciéndome salir por los aires. Por suerte, fue como dar un salto-voltereta muy largo. No dejaría que eso pasaría de nuevo.

-Déjalo ya, Cris.- Grite en medio de la tormenta de arena.

La violencia del viento creció. Buscando un plan rápido eche a correr hacia la casa, tapándome los ojos para evitar que me entrase arena. Genere una nueva vara férrea. Con ella, en un salto, atravesé al fantasma y me deslice al interior de la casa. Para cuando me recupere, el espectro se había esfumado y la tormenta cesado. Salí de la casa sacudiéndome la arena de la ropa.

-Podías haberlo hecho antes, ahora me he llenado el pelo de asquerosa arena.

-También podría haberme ido y dejado la tormenta.- Contesté. Y ahora que lo pensaba no sabía porque no lo había hecho. Lo deje correr. Ya había perdido mucho tiempo y ahora tenía que volver a ducharme.

Eso hice, me fui de allí, dejando a Lia ahí, y me transporte a mi apartamento neoyorkino. Me metí de nuevo de la ducha para quitarme toda la arena de la tormenta. Luego me puse ropa limpia y me tumbe un rato en el sofá.

Para cuando quise darme cuenta, ya era la hora de ir a trabajar. Como siempre, me lo tome con tranquilidad y pasee por las calles hasta llegar al bar. El lugar hoy estaba tranquilo y no había mucho ajetreo.

Cerca de la medianoche note una punzada en el pecho y rápidamente identifique de qué se trataba, alguien me estaba convocando. Le dije a mi compañero que me iba a tomar un descanso y salí por la trasera. Acto seguido me transporte sin un destino concreto, solo guiado por la corazonada.

Di a un bosque, cerca de una encrucijada. Por la hora no debía de estar demasiado lejos de Nueva York. En el cruce de caminos había una chica.

-No es un lugar muy propicio para una señorita como tu.- Dije mientras me acercaba lentamente. La chica se sobresaltó y yo deje que me viera gracias a los faros de su propio coche.- Algún desconocido podría aparecer.- La muchacha trago saliva.- Aunque era esa tu intención, ¿verdad?

Camine hasta el centro del cruce y vi que la tierra estaba removida. Tal como indican las leyendas, si quieres invocar a un demonio, debes de enterrar una caja con varias especias y una foto tuya en una encrucijada de caminos a medianoche. Realmente la hora da lo mismo, solemos acudir en cualquier momento.

-Julie, ¿verdad? - Sabía su nombre porque había puesto dentro de la caja un carné de la biblioteca. La chica asintió.- Dime, ¿en qué puedo ayudarte?

La muchacha se acercó unos pasos. Era un poco más baja que yo y llevaba un vestido recatado. El pelo lo tenía recogido, en sus ojos había pura desesperación y en sus mejillas lágrimas. Me tendió una foto. Era de ella y un chico muy atractivo en la cima de una montaña.

-Puedes… Los médicos dijeron… -Tartamudeo tratando de contener más lágrimas.- Ellos dijeron que no vivirá…

-¿Quieres que le salve?

-¿Puedes? –Un rayo de esperanza atravesó sus ojos y yo asentí.- Entonces hazlo.

-¿Sabes el precio?- Era obvio que lo sabía, si conocía las leyendas invocadoras, también conocería el precio. La chica asintió.- Dilo.

-Mi alma.

-Así es. ¿Y de verdad crees que él merece que pagues con tu alma su vida?- Cuestione su decisión a la vez que le entregaba su foto.

-Él es toda mi vida y mi razón de vivir… Sin él no soy nada. Daria mi alma y mi vida mil veces si pudiera.

-Pues si tan segura estas. Yo salvaré a este chico, a cambio de tu alma, que recogeré en diez años.- Hice una pausa y me lo replantee.- Te daré veinte años.

-¿Ya está? – Preguntó la chica.

-Algunos se dan un beso para sellar el pacto, pero a mí con un apretón de manos me vale.- Tendí mi mano y la chica la estrecho vigorosamente.- Y yo que tú, no dejaría que una persona fuera mi todo, pues cuando se va, estamos vacíos. –La chica me miró confusa.- Pásate a verle mañana por la mañana.

La chica asintió y corrió a montarse en el coche para salir escopeteada, dejándome a oscuras en ese cruce de mala muerte. Mire la hora del teléfono móvil, aún tenía tiempo.

Me teletransporté hasta el hospital. No me costó nada saber dónde estaba el chico. Camine por el pasillo y la luz fluorescente parpadeaba a mi paso. Era la energía que estaba acumulando. Esto es lo que más nos gusta de los contratos a los demonios, la omnipotencia que nos otorga.

Abrí la puerta con un solo pensamiento y me situé junto al chico que estaba en la cama, durmiendo. La máquina que mostraba el cardiograma parpadeo. Pose mi mano en el pecho del chico.

-Despierta. -La espalda del chico se separó de la cama y las maquinas empezaron a pitar. El hombre tomo aire como si acabara de salir de una piscina. – Es muy triste que seas el hombre más apreciado del planeta y no vayas a apreciarlo.

Las enfermeras empezaron a revolver todo y yo desaparecí para no dar explicaciones. Volví a mi trabajo como si no hubiera pasado nada.

Cuando salí de mi jornada laboral, volví otra vez al hospital, me transporte hasta el exterior de la habitación donde estaba el chico. Me asome por la ventana y estaba el chico tumbado y la chica sentada en una silla a su lado. Conversaban. No sabía lo que decían, pero si sabía de qué estaban hablando. Él le decía que no quería pasar el resto de su vida junto a ella.

Efectivamente, la chica se levantó enfadada y se marchó de la habitación, pasando por mi lado sin siquiera fijarse que estaba ahí.

-Me encanta lo malos que podéis llegar a ser.- Lia se había aparecido a mi lado, apoyada en la pared.- Sobre todo cuando sabes que ahora estará diez años tratando de suicidarse sin éxito.

-Veinte. –Le corregí, con la vista puesta en el chico.- Yo le pregunté si estaba segura de que merecía la pena y me dijo que sí. No siento remordimientos.

-¿Y estas seguro de que nuestro trato merece la pena?- Preguntó.- ¿Estás seguro de que, cuando acabemos todo esto, él te querrá y no te dejará?

Ya tenía la respuesta a eso. Pero mi atención se posó en la televisión que había en la sala de espera al final del pasillo. El hombre de las noticias matinales hablaba sobre un tsunami de pequeña magnitud que embistió Nueva Zelanda por la parte este, la cara que daba a Australia. El reportero hacía hincapié en lo confusos que se encontraban los científicos debido a que Australia no había sufrido incidente alguno.

-¿Te apetece un viaje a Sidney? – Le pregunté al ángel.

-Claro… Siempre que pagues tú la cuenta.

domingo, 5 de mayo de 2013

Vampiro (Eva 2)

Gracias a la umbrokinesis llegue a Japón en apenas unos segundos. Era de noches aunque si hubiera sido de día no se apreciaría la diferencia, pues estaba todo completamente cubierto de nubes de las que caía algo como nieve sucia, que rápidamente identifique como ceniza de los volcanes. Todo estaba cubierto por ello, las farolas iluminaban calles desiertas con coches en medio de la calzada y la mayoría de las puertas estaban rotas o desencajadas dando a entender que el lugar ha sido propenso al pillaje aprovechando la evacuación llevada a cabo por las autoridades niponas.

El ángel rubia apareció tras de mí.

-Pensé que ibas a ser más rápida.

-¿A dónde me has traído? Este lugar es horrible... y huele peor.

-Esto es el norte de Japón.- contesté mientras empezaba a andar por la desolada calle.

Todo parecía llevar así siglos. Me di cuenta de que nuestras pisadas habían dejado huellas en la ceniza. Podíamos usar eso como indicador de presencia.

-¿Cómo te llamas, demonio?

-No voy a decirte mi verdadero nombre para que puedas invocarme cuando quieras.-Conteste, no tenía gana alguna de que eso pasase.- Pero la mejor aproximación de mi es Erik.

-¿Aproximación? ¿En serio crees que me apetece invocarte a cada rato, solo para incordiarte? -La miré por el rabillo del ojo y ella soltó una risotada de niña pija.- vale, me has pillado. Eres un chico listo, eso me gusta... Lástima que estés por el humano ese... Por cierto el mío es Lia, por si te interesa... Que veo que no.

A la chica no se le escapaba nada. Solo quería encontrar los anillos y conseguir el alma de Zack. Pero su incesante parloteo no ayudaba en nada.

Un ruido metálico, proveniente de un callejón me puso en alerta. Me dirigí hacia allí, esperando que fuera la vampiresa que portaba la llave de fuego. En el callejón lo único que se movía era una temblorosa puerta con más de un agujero. Entre por ella y di a unas escaleras polvorientas con varias pisadas. Subí hasta un pasillo largo con varias puertas. Las huellas llegaban hasta la tercera de la derecha.

Con toda la tranquilidad del mundo camine hasta allí y gire el pomo de la puerta. Allí había una habitación con una cómoda y una cama y sobre esta última había un gnomo tumbado, que se incorporó rápidamente sobresaltado.

-¿Pero qué demonios...?

-Mide tus palabras, duende.- contestó el ángel tras de mí, sabiendo perfectamente que aquel tipo bajito, barrigón y pelirrojo no era un duende.

-¡No soy un duende! –Replicó el hombrecillo.

-Me da igual. Conteste poniéndome entre la mujer y el gnomo. -Buscamos a una vampiresa, no debe de estar muy lejos y suele ser bastante problemática.

-Puede que sepa donde esta...

Lo que faltaba, un gnomo que quería ser rico a nuestra costa. Lia, que así dijo que se llamaba, dio un suave empujón a un jarrón encima de la cómoda.

-Ups. Que torpe soy, espero que fuera muy caro.

-Quiero una compensación por la información. -dijo el gnomo. El ángel en respuesta tiro la lámpara que había en la mesita de noche.

-Me la llevare de aquí para que deje de hacer destrozos, ¿te parece bien?

El gnomo se lo pensó y la mujer, haciendo uso de la luciquinesis destrozo la mesita de noche contraria a la anterior.

-Vale, vale...-contestó el hombrecillo. -hay una vampiresa con complejo de vaquera que siempre está dando la murga por el barrio.

-Gracias.- contesté mientras Lia se levantaba de la cama y salía de la habitación.

-Es un placer hacer negocios con vosotros.- murmuró el gnomo y cerró la puerta con un portazo.

-Creo que no le caímos bien.- comentó la rubia.

Rodé los ojos y salí a la calle. Cuanto antes encontrase a esa vampiresa antes podría separarme de esa ángel.

Un chirrido metálico retumbo en la calle, como cuando rayas la carrocería de un automóvil. Solo que era eso. La vampiresa se acercaba contoneando las caderas y rayando con la punta de una de sus armas de fuego cada coche que tenía a su alcance.

-No voy a decir que me agrade tu visita, Erik.

-¿Ella tampoco sabe tu verdadero nombre?- Preguntó el ángel tras de mi.

-Sé que solo sales de tu agujero para ordenar cosas y no me gusta.- continuó la vampiresa.

- Yo pensé que tus compañeros guardianes lo sabrían...

Un disparo surco el aire y dio justo en la pared tras de mi a pocos centímetros. Permanecí impasivo y con la mirada fija en la vampiresa, como había estado hasta ahora.

La vampiresa tenía el pelo caoba, largo y despeinado, dándole un aspecto peligroso. Llevaba ropa ceñida a su escultural cuerpo. Para los humanos eso es lo que les atrae, sensualidad y peligro. En la mano que no tenía el arma, tenía una botella de licor.

-Ahora recuerdo porque no me gustan las mujeres. -Murmure. -No vengo a ordenarte nada, solo a pedir prestado.

-No.- sentenció la vampiresa sin ni siquiera darme tiempo a pedir.- Sea lo fuere, no.

-Esto acabó antes de empezar...-Puntualizó el ángel.

-No ayudas.- Le susurré.- Alexandra, por favor. Déjame el anillo, te lo devolveré tan pronto como me sea posible.

-No sería una buena guardiana si diese lo que custodio al primero que lo pide.

-Lo hemos intentado a tu manera. -murmuró la rubia dando un paso a delante y sacando el arco de la nada.- Lo haremos a la mía.

-Eso suena a amenaza...- contestó la vampiresa que todavía estaba a una distancia prudente.

Si quería evitar que alguien saliese herido debería de hacer algo, pero no tenía ganas ni tiempo. Aunque si Lia mataba a Alexandra, cuando acabase todo esto habría que buscar otro guardián del fuego... y eso llevaba mucho más esfuerzo.

-Nadie ha amenazado a nadie, ni nadie va a hacer las cosas a su manera.- Grité y di unos pasos hacia la vampiresa que encañono su arma hacia mí. Mire a la morena a los ojos.- Solo te lo pido prestado unos días.

-Te dije que no, Erik.

-Siento tener que recurrir a esto...

Invoque en mi mano derecha una cerbatana. Y dispare un pequeño dardo que la mujer interceptó tirando la botella al suelo, que se hizo añicos. La vampiresa sonrió pensando que había fallado.

Pero se equivocaba.

El dardo estaba impregnado de una toxina paralizante sacada de no sé qué ser extraño ser. Alexandra noto el efecto y su sonrisa desapareció en el acto. Tres segundos más tarde cayó al suelo como un saco.

Sin ninguna prisa, ande hasta ella.

-¿Que me has hecho?- bufó la vampiresa. -Eres un maldito traidor.

Ignore los numerosos insultos y faltas hacia mi persona mientras le quitaba el anillo de la mano.

-Te lo devolveré... Te lo prometo.

-Sinceramente ni yo me lo esperaba.- reconoció el ángel.

Al alejarme me dio pena dejar a la chica así de expuesta. La recogí del suelo y la cargue hasta la habitación donde habíamos estado antes, la del gnomo. Este exploto al vernos pero le ignore y deje a la vampiresa sobre la cama.

-¿Con que derecho te crees que puedes dejar a esta tipa en mi cama?

-Yo que tú, le trataría con respeto, pues puede arrancarte la cabeza de un mordisco.- Vale, estaba exagerando un poco, pero no podía culparme por ello. Más vale prevenir que curar.- Al menos cuando se le pase el efecto del paralizante.

Salí de la habitación seguido de la rubia y de unos cuantas injurias hacia más hacia mi persona.

-Eres demasiado blando.- murmuró el ángel- Sorprendente, pero blando.

-Voy a cogerme el resto del día libre. Te guste o no.

Y sin dejarle responder me teletransporte, usando la umbrokinesis. Aparecí en central park de Nueva York y ya el día estaba acabando. El teléfono vibró en cuanto recibió cobertura nacional, indicando que habia recibido un mensaje. "2dias. 10pm. En el sanctum. Lleva a quien quieras."

Era una invitación a una fiesta. Era lo bueno de mi trabajo, tenía muchas invitaciones a fiestas y esta no iba a desperdiciarla.

Caminé hasta la cafetería donde trabaja Zack. Y ahí estaba, en la barra, sirviendo cafés. Ya debía de quedar poco para que acabase su turno.

-¿Otra vez aquí? Esta noche no vas a dormir.- rió el simpático camarero.

-No vengo a por café. - confesé. La cafetería estaba bastante vacía así que no me molesto nadie.- Sino a por ti. Me han invitado a una fiesta, y pensé que igual te apetece venir y cenar algo juntos.

El chico se le cayó la mandíbula. Sonreí en consecuencia. Zack empezó a balbucear y le puse el dedo sobre los labios.

-Vendré a buscarte en dos días, después de tu trabajo.

El chico asintió y sonrió. Aprovechando que mi mano estaba a su lado, le acaricie la cálida mejilla y el llevo su mano sobre la mía.

-Te voy a dar mi teléfono, para que me llames si tienes algún problema, ¿vale? -En una servilleta escribí mi nombre y mi teléfono. - es posible que no te coja, pero es normal, luego te llamó yo.

-Entendido. - contestó el chico con una sonrisa mientras admiraba el trozo de papel.

-Nos vemos en dos días. - Me despedí y antes de salir por la puerta le guiñe un ojo.

Tras dejar la cafetería atrás me dirigí a mi propio trabajo nocturno. Era camarero en el bar de moda en la ciudad: El sanctum.

El local estaba regido por un humano bastante avaricioso y contratarme había sido lo mejor que podía haber hecho en su insignificante vida.

Cuando llegue mi jefe esperaba en la trastienda, yo simplemente me limite a mi trabajo y cuando no hubo mucha gente me asome.

-Me voy a coger la noche libre dentro de dos días.

-No.- Contestó secamente.

-No me ha entendido bien, no se lo estaba pidiendo, se lo estaba avisando.

El hombre, de unos cuarenta años, se le empezaba a caer el pelo y le estaba asomando una barriga. Estaba leyendo el periódico, lo más seguro la sección de deportes. Pero lo que me llamo la atención fue la noticia de portada. "Suspendido partido de semifinales en México por numerosos tornados en la zona del estadio, dejando numerosos destrozos materiales"

Ya sabía cuál sería mi destino en la mañana.

El hombre había dicho algo pero le había ignorado. Volví a mi puesto hasta el amanecer.

domingo, 28 de abril de 2013

Ángel (Eva 1)

En el comienzo de los tiempos, ángeles y demonios forjaron una tregua para la construcción de La Torre donde se guardaría el bien más preciado de todo el universo. Más tarde con el origen de diferentes especies La Torre fue creciendo hasta los siete niveles que hoy tiene. Cada nivel tiene una llave confiada a un guardián. La llave le da a su guardián características especiales y el dominio de un elemento.

Hoy en día La Torre no es más que una mera leyenda, que no todos recuerdan y solo unos poco creen en ella. Para desgracia, los que creen se afanan desmesuradamente por encontrarla y en hacerse con su contenido. Algunos saben muy bien lo que hay otros no tienen ni idea.

Yo soy Erik, demonio de toda la vida y guardián de las sombras. Yo vi cómo se construía La Torre y fui el primero en imponer la prueba, la última que hay que superar antes de llegar a EVA.

Ahora estoy en una pequeña cafetería de Nueva York donde el café es cutre y las tartas regulares, pero esta él, un mísero humano que atiende la barra y sirve cafés. ¿Cómo he podido dejarme enamorar por un humano? No viven ni una milésima parte de todo lo que yo he vivido. Pero aquí estoy bebiendo café cutre y comiendo tarta mediocre.

Una mujer rubia y esbelta, con el semblante serio, se sentó enfrente de mí. Mis ojos se posaron en los suyos y solo con eso supe, no quien era sino, que era. Mi entusiasmo era nulo y dirigí la mirada hacia la transitada calle, para ver a decenas de humanos corriendo de aquí para allá. La mujer simplemente cogió mi vaso y bebió de él lo que quedaba de café.

-No sé cómo soportas esta horrible bebida. - Comento a la par que dejaba el vaso vacío sobre la mesa. Se acomodó sobre la silla y poso el brazo en la de al lado.- Realmente no sé cómo alguien como tú puede estar aquí metido.

-Tengo cosas mejores que hacer que escuchar tus comentarios.- Contesté de manera cortante.- Si quieres algo dilo o lárgate.

-Sé que eres uno de los guardianes de la Torre.- Sus palabras me hicieron volver a centrar mi atención en la chica. La última vez que me habían dicho eso había acabado cortando muchos miembros. - Quiero ir y conseguir lo que custodia.

-Bien. Inténtalo. Te deseo la mejor de las suertes, ángel.

-Muchas gracias, pero no la necesito.- Una sonrisa se dibujó en su cara.- Quiero hacer un trato contigo. ¿Te dedicas a eso, no?

Los demonios nos dedicamos a hacer tratos, eso es. Pero siempre lo hacemos a nuestra conveniencia, de normal somos los que solucionamos los problemas de los demás con un alto coste.

-¿Que tienes que ofrecer? No sé si hay algo por lo que te ayudaría...

La mujer puso sobre la mesa algo, junto al vacío vaso de café. Era un anillo blanco marfil. No era un anillo cualquiera, era una llave de La Torre. La poseía un ángel, Michael, guardián de la luz.

Cogí el anillo y lo examine. Tenía finas gotas de sangre, lo que me dejo a entender que el anillo no había sido obtenido de manera limpia.

-Más te vale que le hayas matado porque si no tienes un serio problema.

-Yo no me preocuparía por Michael... Digamos que perdió la cabeza cuando perdió el anillo.

-Quieres decir que se la cortaste.

-Un demonio no me va a dar lecciones de moralidad ahora. Mi trato es el siguiente: dejo a los demás guardianes vivos y tú me ayudas a conseguir Eva.

Me sorprendió que supiera el contenido de La Torre. Quizás el ángel se había ido de la lengua o simplemente había hecho muy bien los deberes.

-No me convences... Puede que hayas podido con Michael pero no podrás conmigo.

-Está bien, dejaré a los demás guardianes y no habrá represalias cuando Eva este en mis manos. -No había acabado de negar cuando la mujer dejo un arco encima de la mesa.-Y un arco celestial.

Vale, el arco me hizo replantearme la cosa. Esa era un arma exclusiva de los ángeles, era una de las pocas cosas que podrían matarme y... Qué demonios (y está mal que yo lo diga) es un arco que no necesita flechas... Vale, quería el arco celestial... Pero darle EVA a una chiquilla no valía un arco celestial.

-Tendrás que buscarte a otro.- Sentencié finalmente.

Me levante de la mesa y trate de irme, pero la chica me lo impidió agarrándome de la muñeca.

-Aún tengo más que ofrecer y estoy segura de que no lo rechazaras.-Traté de zafarme pero me tenía bien sujeto.- A él.

Su cabeza señaló hacia la barra de la cafetería. Zack estaba ahí, atendiendo a un obeso cliente.

-Como te acerques a él no te dará tiempo ni a parpadear...

-ups...- contestó la rubia aun sentada.- veras, el muchacho estaba un tanto desesperado y aparecí yo con la salvación... No me costó mucho convencerle y me dejo su alma humana regalada... Solo he tenido que esperar un año para poder ejecutar mi plan.

-¿Que le has hecho?- Pregunté furioso. Me sorprendí de lo furioso que me había puesto, cua do realmente no tenía por qué estarlo. Eso me delató.

-Ayúdame a conseguir EVA y te daré su alma, para que la engullas o lo que hagáis los demonios con ellas.

Tome aire y me serene. Ordene las cosas en mi cabeza.

-Este es el trato: Dejaras a los guardianes vivos y no habrá represalias. Me entregaras su alma cuando tengamos las llaves y el arco al final.

Mientras pronunciaba las palabras se me ocurría mil maneras de que no llegase a la cima de La Torre.

-Casi cuela, demonio.- Contestó la mujer.-Te entregaré el alma del chico cuando tenga EVA en mis manos, ni un segundo antes.

-En la puerta que conduce a EVA.

-Trato hecho.

La mujer se levantó y se alejó. Yo me senté y solté un largo suspiro. El ángel volvió.

-Un detalle sin importancia. Al chico no le quedan más de dos semanas para que se le acabe el plazo.

-¿Eso te parece un detalle sin Importancia?

-Bueno... Llevo esperando mucho tiempo y la paciencia tiene un límite.

-No sabes lo mucho que te odio...

-Me hago una idea, no te preocupes, lo superaré.

Me levante de la mesa y fui al mostrador y page mi consumición al dependiente, Zack. El chico sonrió enormemente, lo que me hizo sentir mucho mejor. Me di por satisfecho y cuando fui a salir por la puerta la televisión que estaba encima de la puerta captó mi atención. Había una noticia sobre numerosos volcanes activos en Japón. El ángel rubia tenía demasiada suerte, pues ya sabía dónde estaba el primer guardián al que podíamos buscar.

Salí de la cafetería y como Si lo hubiera olido, ella estaba esperando apoyada en la pared. Me sonrió cuando pase a su lado.

-¿A dónde vamos? -preguntó.

-Sígueme si eres capaz.

martes, 23 de abril de 2013

He de pedir disculpas


¡Buenas!
Lo sé, lo sé... ¿Dónde narices esta el especial de navidad? ¿Y el resto de la historia?
No están. Me dio un poco de bajonazo y no continué escribiendo. Lo sé, necesito ser fustigado.
Pero traigo algo para compesar. Algo que os gustará y no os dejará a medias, o al menos no es la intención.
He escrito una historia, es muy breve (de unas 45 páginas) en 13 capítulos mas epílogo. Iré colocando cada capítulo todos los domingos a partir de este (dom 28/04/2013). No habrá retrasos ya que los dejaré todos programados, por si se me olvida subirlos.
Lo único que me falta es colocar portadas a los capítulos y al libro en general y ya lo tendría completo. Si alguien se ofrece para esta tarea, bienvenido sea.
También estoy pensando que puede ser lo próximo que pueda escribir, pero ando confuso y no estoy seguro, así que me lo pensaré y cuando lo tenga, os lo diré.
Sin mucho mas que deciros, muchas gracias por leer, y ser pacientes. Aceptar mis disculpas una vez mas por este grandísimo lapso de tiempo y solo os pido que difundáis el blog si os gusta y dejad un pequeño comentario.