viernes, 26 de diciembre de 2014

Reunión familiar #NaviBlogger


Meisner aparco delante de una casita de dos pisos, en las afueras del barrio residencial de Boston. La calle y el coche estaba cubierto de una gruesa manta de nieve y la casa estaba adornada con luces rojas y verdes.

-¿Estas listo?- Me pregunto con una voz suave.

-¿Se esta alguna vez listo?

Me dio un beso en la mejilla de ánimo antes de bajar del coche. Yo hice lo mismo, con mi mochila al hombro y camine por la nieve hasta el pórtico que guarecía la entrada de la nieve. Los pequeños escalones resbalaban. El hombre lobo llamo a la puerta y a los pocos segundos apareció una señora de unos sesenta años con una gran sonrisa.

-¡Damien!- Exclamo la señora al verle y le dio un abrazo y un par de besos.

Detrás de la señora apareció un hombre, alto y vigoroso que se parecía mucho a Meisner, pero más mayor y más canoso, pero igual de alto y vigoroso. Este le dio un fuerte abrazo.

-Tú debes de ser Krishna.- Dijo la señora.- Damien ha hablado mucho de ti, aunque no tanto como nos gustaría.- Dijo riéndose a lo que solo pude sonreír y mirar al citado para recordar que luego debía de reñirle.- Yo soy Kela, la madre de Damien, y este de aquí es su padre Ryan.

El hombre me tendió una mano y se la estreche con fuerza, aunque el respondió con más fuerza aun. Luego nos invitaron a entrar. Dejamos las cosas en el recibidor y pasamos a la sala, presidida por una gran chimenea y sofás y sillones alrededor, decorado todo con adornos navideños.

viernes, 19 de diciembre de 2014

La habitación blanca


Empuje las blancas y pesadas puertas blancas, haciéndolas chocar con las paredes, igualmente blancas y lisas. En ellas deje las huellas de mis manos negras.

-Te gusta hacer entradas dramáticas.- Dijo un hombre sentado en una silla, alrededor de una mesa con varias copas con un líquido blanco.

Todo en esa estancia era blanco, el suelo, el techo, las paredes, la mesa de billar, los sofás… Incluso los hombres iban vestido de blanco.

Si, los tres hombres que había en la estancia, estaban sentados entorno a la mesa que tenía las copas, uno de ellos sostenía una de ellas en la mano y pegaba pequeños sorbos.

-Me gusta hacerme notar.- Conteste con una sonrisa.

Camine dentro de la estancia. Iba completamente de negro, destacando en el resto de la habitación y tras de mi aparecían huellas negras donde pisaba que desaparecían a los segundos.

-Devuélvenos el alma de Gabriel.- Dijo el mismo que había hablado antes, esta vez levantándose de la silla.

-¿De quién?- Pregunté haciéndome el tonto.

-Escúchame, estúpido demonio, devuélvenos el alma de Gabriel en el acto.