sábado, 26 de abril de 2014

Chloé (one shot)

Esto es un pequeño relato que se me ocurrio una tarde y quise escribirlo. Hay muchas pequeñas historias de este estilo en mi cabeza, que espero subir y quien sabe si en algun momento las enlazaré. De momento, lo unico que tengo son un par de personajes y algun que otro escenario. Espero que os guste y me digais si se pueden hacer mas de este estilo, si os gusta el personaje...




La chica caminó dentro de un callejón oscuro. A su nariz llegaron los hedores propios de un callejón, humedad, orín, y putrefacción. Pero eso no detuvo a la chica, que siguió su camino con presteza. Hasta que un hombre delgado y desgarbado con la cara cubierta por las sombras de su capucha se puso en su camino al final del corredor. La muchacha paró en seco y se giró sobre sus talones, solo para descubrir que otro hombre de semejante aspecto que el primero le bloqueaba la salida. En los rojos labios de la chica se dibujó media sonrisa.

-¿Que hace una joven como tu en un lugar como este?

-Buscaba a unos apuestos caballeros…

Los dos hombres se acercaban a la chica hasta que solo les separaba algo menos de medio metro. La chica podía oler sus alientos, una mezcla de alcohol y sangre.

-Quizás vosotros podrías ayudarme…

-Has oído eso, hermano... Cree que la vamos a ayudar...- Rió el chico más menudo. El otro rió igual de alto.



-Y dime, jovencita, ¿porque habriamos de ayudarte?

-Huele muy bien, hermano.

-El perfume es de cacharel, claro que huele bien.- Exclamó la chica con indignación a la par que se giraba hacía el chico.

-No se refería precisamente a tu perfume...- El hombre más mayor aprovechó para acercarse a la chica y pegar su cuerpo al suyo. Sintió el aliento del hombre en su nuca y los dientes fríos y punzantes en su cuello.

La reacción de la chica fue instintiva. El pisotón, asestado por los finos tacones de la chica, desequilibró al hombre, que cayó al suelo tras recibir un nuevo golpe, esta vez del codo, dejandole sin respiración por un instante.

El otro chico se abalanzó sobre la chica, siendo recibido por un duro puñetazo, que tiró al hombre contra la pared.

Mientras el primer hombre se levantaba, la muchacha metió la mano, tal y como Leo le enseñó, en el pecho del hombre que se lamentaba del último golpe. Agarro lo que sintió como blando, húmedo, resbaladizo y cálido. Cuando sintió que lo tenía lo suficientemente firme en su mano, tiró de ello, mostrando una esfera rojiza y de aspecto gelatinoso, semi transparente. El hombre terminó de deslizarse hasta el suelo, inerte tras lo cual se convirtió en cenizas y dejando una marca allí donde antes habia un cuerpo.

El hombre que quedaba se puso de pie, tropezandose con un metálico cubo de basura, que llamó la atención de la chica. Este se asustó y salió corriendo.

-¡No tengo los zapatos para correr!

La muchacha corrió tras el hombre tratando que la esfera gelatinosa no se le escurriera de la mano. Definitivamente no eran los zapatos de correr. Se dió cuenta de que correr no era la solución,  por lo que cogió una tapa de un cubo cercano, y como si de un frisby se tratase, lo lanzó a volar, golpeando al hombre en la espalda y derribandolo.

-Por favor, no, no he hecho nada malo... He seguido las normas del clan...- Farfullaba el hombre mientras trataba de alejarse de la chica arrastrándose.- Por favor... no me mates…

- Veras, no es algo personal, simplemente tengo que hacerlo.-Contestó la joven encogiendose de hombros cuando llegó a su lado.

Sin ningún miramiento le pisó la garganta, recordando las palabras que su compañero le había dicho hace tiempo. Y sin plantearselo mucho y mientras el hombre se retorcía, metió la mano libre en el pecho buscando otro pequeño globo gelatinoso.

Al tirar de él, el hombre que yacía bajo ella se convirtió en ceniza a cambio de obtener el orbe rojizo. La chica se incorporó y tras observar detenidamente los dos orbes que tenía en cada mano los junto, mezclandolas para formar una esfera más consistente, pero igual de transparente y rojiza que le cabía en la palma de la mano.

La muchacha se sacudió la falda roja que llevaba para quitarse las cenizas que le manchaban y luego encaminó el callejón sin mirar atrás, como si ahí no hubiera pasado nada.

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