lunes, 2 de noviembre de 2015

Con motos hacia el frio #ViajesLiterarios #ReivindicandoBlogger


El coche se paró en una vieja estación militar cercana a París, aun se podía ver por la ventana y entre las gotas que se deslizaban por el cristal, la silueta de aquel monumento viejo que le daba la personalidad a la decaída ciudad.

-Hasta aquí os puedo acompañar, si por mi fuera os acompañaría hasta vuestro destino, pero tengo responsabilidades aquí.- El conductor era el líder de la resistencia anti-demoníaca que se había asentado en la región francesa de Europa. Era obvio que no nos ayudaría más en nuestro viaje, bastantes problemas tenían ya.- Pero OS puedo hacer un regalo de despedida, a los dos.

Intercambio miradas entre Meisner sentado en el asiento del copiloto y yo, sentado tras Meisner.

-Bien, me gustan los regalos. - Respondió el hombre lobo que me acompañaba.

El líder de la resistencia salió del coche y corrió bajo la lluvia hasta un cobertizo cercano y luego nos hizo señas.

-¿En serio?- Pregunte sarcásticamente.

-El único que refunfuña aquí soy yo. - Me regaño el hombre lobo.- Se agradecido, que nos están ayudando.

Y salió del coche para correr bajo la lluvia. Le seguí, no tenía muchas ganas de mojarme bajo la fría lluvia parisina, pero aun así Meisner tenía razón.

Al llegar al cobertizo, el insurgente quitó unas mantas liberando el polvo que tenían acumulado al aire y relevando dos impresionantes motos de alta cilindrada.

-Son pocas las que quedan- Observó el hombre.- He conservado estas para cuando ganáramos la guerra, pero visto el panorama, creo que vosotros las usareis mejor.

-Vaya, Pierre, es un detalle muy grande.- Contestó Meisner, más emocionado de lo habitual.

-Son como la que yo tengo en casa.- comente al observar las motos.

Eran BMW, una en azul y otra en rojo. No entendía mucho de motos pero sabía que eran de las mejores, de las últimas que se fabricaron.

-Me alegró que OS gusten, son vuestras, tratadlas con cariño.- y nos lanzó una pareja de llaves.-Un último consejo, usad los túneles, los demonios no los vigilan y están en buenas condiciones, además los puertos de montaña estarán helados y serán peligrosos.

Dude de su afirmación, pero no dije nada. Estrechamos las manos una última vez con aquel hombre y arrancamos las motos que rugieron con fuerza.

Salimos del cobertizo y emprendimos nuestro camino hacia la enorme capital rusa, Moscow.

Meisner conducía rápido, pero con precaución bajo la lluvia. Iba adelante, marcando el ritmo. Siempre le gustaba hacer las cosas a su manera y se lo permitía siempre que podía. Además, yendo yo detrás podía vigilar mejor la retaguardia, por ser capad de ver mejor en la oscuridad.

Estas carreteras del norte de Francia eran aburridas y demasiado rectas. Perfectas para ver a lo lejos todo lo que nos rodeaba. Las colinas estaban coronadas por viejos castillos todos abandonados.

Al llegar a la antigua Alemania, todo parecía seguir igual, no había ninguna diferencia significativa. Pasábamos por muchos de los pueblos abandonados, en algunos veíamos alguna luz que se apagaba rápidamente cuando nos acercábamos. No estaba seguro si era porque no éramos bienvenidos o bien porque temían que fuéramos alguna patrulla demoníaca en busca de humanos o vampiros.

Estando en la mitad de Alemania y ya habiendo amanecido y dejado la lluvia atrás, decidimos que descansar un rato nos vendría bien. Encontramos un desvío que llevaba a un gigantesco castillo abandonado. Estaba rodeado de un enorme bosque y tenía altas murallas que lo protegían del exterior.

Por suerte o desgracia, tenía las enormes puertas rotas y pudimos esconder las motos en el interior, evitando miradas indiscretas. El castillo era grande, oscuro y lleno de polvo y telas de araña.

-Seguro que este castillo perteneció algún rey ostentoso, tiene que tener alguna cama grande y mullida en la que pasar la noche.- Observo Meisner mientras subías las escaleras principales y buscaba por el castillo.

-Y seguro que eso han pensado todos los que han pasado por aquí antes que nosotros, incluidos los que han roto la puerta. Y seguro que a ninguno se ha acordado de cambiar las sabanas.- Protesté con cierta ironía detrás de él. Estaba cansado y quería descansar

-Eres un aguafiestas, ¿lo sabias?- Contestó volviéndose y mirándome con esa cara de molestia que ponía cuando decía las cosas obvias y fastidiosas.

Me acerque lentamente hasta él y le di un beso en sus salados labios.

-Lo sé, y también sé que te gusta.- Dije mientras terminaba de buscar un buen lugar donde tumbarme un rato.

En una de las habitaciones encontré una cama, como había predicho Meisner y no dude en tumbarme sobre ella. Estaba llena de polvo, pero no me importo. Me acurruque en la cama y el hombre lobo no tardo en acurrucarse también tras de mí, juntando todo su cuerpo al mío. Me gustaba que hiciera eso, sobre todo si hacia frio, como ahí.

Me desperté al cabo de un buen rato. Rodeado de los cálidos brazos del hombre lobo, notaba su aliento en mi nuca y como me agarraba con las piernas. La verdad era que me apetecía muy poco salir de ese nido de calor que desprendía aquel hombre, pero teníamos que llegar a Rusia.

Me levante cuidadosamente y estire todos los músculos que tenía adormecidos. Me puse la poca ropa que me había quitado para dormir.

-Jamás me acostumbrare a verte así.- Murmuró aun medio dormido el hombre lobo.

-¿Cómo, sudado y con ojeras?- Conteste divertido mientras le daba un beso de buenos días, pese a que había pasado ya el medio día.

-No, sexy y a mi lado.- Murmuró lentamente, mientras tiraba de mi hacia él y volvía a abrazarme y darme suaves besos.

Nos costó un poco terminar de desperezarnos y levantarnos, pero lo logramos. Desatrancamos la puerta, método de seguridad para evitar visitas indeseadas, y regresamos al rellano principal. Volvimos a montarnos en las motos y salimos de vuelta a la carretera.

Tuvimos que parar en un pueblo fronterizo entre Alemania y Polonia para repostar. Afortunadamente era más fácil obtener gasolina en este mundo post-apocalíptico que comida en buen estado. Por suerte, en la gasolinera donde paramos, quedaban un par de latas de judías y albóndigas.

Hacía tiempo que no comía una comida recién hecha. De hecho la última fue en casa de los padres de Meisner, y no acabo muy bien. Pero no podía rechazar una lata de albóndigas recién recalentadas, así que me las comí sin protestar.

Las comí bajo la atenta mirada del hombre lobo que también comía una lata pero de judías. Nos intercambiábamos miradas tontas y divertidas, tratando de divertirnos el uno al otro y sin emitir una palabra. Era curioso como éramos capaces de comunicarnos sin hablar. El me pedía una urgente parada para tener un fugaz sexo entre los despojos de la gasolinera y yo me negaba, no me parecía un buen sitio, además de que quería llegar a nuestro destino lo antes posible.

Ante mi negativa, el chico dejo su lata y se me acerco con una pícara sonrisa. Me rodeo con los brazos y me dio suaves besos en el cuello y haciéndome cosquillas con su irregular barba incipiente. Me deje llevar un momento por el placer y el gusto que esas sensaciones me daban. Le rodee con mis brazos para que no parase y pude oírle ronronear de placer. Separe sus labios de mi piel, para mirarle a sus ojos verdes y penetrantes, suplicantes de amor y sexo. Volví a besarle en los labios, disfrutando de su sabor y sus manos por mi cuerpo, haciéndome sentir cada suave caricia como vivos centelleos de placer.

Un chasquido. Una rama partiéndose.

Nos hizo paralizarnos completamente y poner nuestros sentidos alerta. Mirando por las rotas ventanas en busca de movimiento. Meisner me dejo caer al suelo y me ate la poca ropa que me había soltado mientras no dejaba de buscar el origen del sonido.

Con una mirada, el hombre lobo me indico la puerta. Cree un bate de materia oscura, algo fácil para un elemental de las sombras como yo. Mire por el cristal de la puerta antes de abrir, no vi nada salvo nuestras motos aparcadas frente a la puerta.

Abrí lentamente y salir al exterior asegurándome que no había nadie. Quizás había sido un animal que rondaba por el entorno. No perdí tiempo en averiguarlo, montamos en las motos y nos fuimos rápidamente.

Las carreteras de Polonia eran más irregulares y sinuosas y junto con que estaban mucho peor cuidadas teníamos que ir a un ritmo más lento para ir igual de seguros. Evitamos las poblaciones y carreteras más grandes y pasamos la frontera con Bielorrusia pasada la media noche.

Esta nueva zona tenía mucha más vegetación y menos zona de cultivo. También había perdido todos esos castillos en cada colina y solo había campos de cultivo, bosques o zonas residenciales.

No había tráfico tampoco, me acababa de dar cuenta de que no habíamos visto ninguna otra persona o coche en todo el trayecto. Eso daba una clara visión del resultado de las guerras a lo largo de todo el planeta, la gente estaba asustada y los invasores no tenían que hacer nada para ello, no patrullaban, ni vigilaban, solo asustaban.

Encontramos una casita abandonada y vacía donde pudimos refugiarnos por la noche para poder descansar. Nos acurrucamos en una esquina abrazados y nos quedamos dormidos hasta que el sol se filtró por una de las ventanas entabladas.

Ese día hacia más frio aun que los anteriores, pero hacia mucho más Sol, era contradictorio. Al salir, vimos porque. Esa noche había nevado y cubierto todo de un manto blanco. La conducción era mucho más peligrosa ahora y no teníamos unas cadenas para evitar que las ruedas patinasen sobre la nieve y el hielo.

Con más cuidado que hasta ahora, emprendimos el tercer día de viaje, deseoso de llegar a la capital rusa y poder descansar a gusto y con un plato de comida de verdad.

El viaje siguió igual de tranquilo, solo hasta llegar hasta la frontera con Rusia, a unas pocas horas de acabar.

Tras pasar la frontera vi una moto a lo lejos y rápidamente empezó a seguirnos y a recortar distancia con nosotros. Estábamos preparados, no nos pillaría por sorpresa, pero por ello no había que perder la calma.

No tardó mucho en alcanzarnos, era un hombre vestido completamente de cuero negro. El casco no me permitía ver su rostro, ni reconocerle. Pero él si me reconoció. Saco un arma del lateral de la moto y apunto a Meisner con ella.

No tuve mucho tiempo para reaccionar, di una patada a su moto, haciéndole caer y rodar. Acelere pese a la nieve y me puse a la altura de Meisner.

-Nos han encontrado.- Grite para hacerme oí sobre el ruido de las motos.

El hombre lobo miro hacia atrás para ver solo la luz de la moto caída. Estábamos a un par de horas de la ciudad. Teníamos que llegar antes de que los demonios terminaran de dar la alerta y pusieran todos sus recursos en mi búsqueda.

La mirada de Meisner no era alentadora, pero no teníamos que rendirnos, solo era un aviso de lo que iba a venir. Podíamos hacerlo.

No estábamos preparados para lo que nos esperaba en la capital. Había un control de los demonios en cada carretera que llevaba a las ciudades, tuvimos que desviarnos dos veces y aun así, pese a ver la ciudad a lo lejos no podíamos llegar por carretera.

Decidimos dejar las motos escondidas en un cobertizo en un bosquecillo cercano y adentrarnos en la ciudad a pie. Efectivamente era mucho menos llamativo aunque tardamos más en llegar.

Pudimos evitar los controles que sitiaban la ciudad colándonos por los pasos elevados de los trenes. Pierre nos había dicho que teníamos que buscar en las líneas del metro, en la línea circular.

Usamos las vías de los trenes para terminar de entrar en la ciudad y acabamos en una de las estaciones de tren, llena de viejos vagones y locomotoras, todas ellas recubiertas de garabatos.

No nos supuso un problema encontrar un acceso las instalaciones del metro, el reto fue encontrar uno abierto, todas las entradas estaban bloqueadas. Una de las puertas bloqueadas estaban solo sujetas por un candado, que Meisner no tuvo ningún reparo en hacer saltar por los aires.

Dentro nos sorprendió un reducido grupo de gente, que nos rodeó rápidamente y nos hizo arrodillarnos. No quise mirar a ninguno pero podía notar las linternas y los cañones de todas las armas apuntando a alguna parte de mi cuerpo. Cerré los ojos y respire profundo, reuniendo todas las energías que me quedaban para esa pelea.

-¿Meisner?- Dijo uno de los hombres con un marcado acento ruso.- ¿Eres Damien Meisner?

-¿Alexander?- Oí decir a Meisner. Me gire para mirar y ambos se habían reconocido. No eran demonios, sino de la resistencia.

Respire aliviado. Me puse de pie y al lado de mi compañero.

-¿Qué haces aquí, Meisner? Creí que estabas muy ocupado cavando hoyos en el culo del mundo.- Dijo el tal Alexander.

-He acompañado y escoltado al hombre que va a salvar el planeta.- Concluyó Meisner poniendo su brazo sobre mi hombro.

Por fin habíamos llegado a nuestro destino.

Relato para el proyecto #ViajesLiterarios de #RivindicandoBlogger Podéis leer más sobre el proyecto y la organización en los hastags enlazados correspondientes a su blog.
Mi relato comienza en Paris, donde lo ha dejado Patrick Leirah y ha acabado en Moscow, donde comenzará Viernes Addams. No olvideis chequear los demas recorridos en la lista de participantes.

2 comentarios:

  1. OOOOH!!! Mi querido hermano cuervo, me ha gustado mucho. Yo a esta pareja ya la reconozco de otro proyecto, y se ve que siguen tan fogosos como siempre ;P La frase final me ha parecido muy tierna y el relato es genial ¡¡¡Te felicito!!!

    Un abrazo enorme!

    Angie

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  2. Me ha gustado un montón, se te ha escapado alguna tilde pero se te perdona. Me ha encantado la temática del relato y yo que tú me plantearía convertirlo en una historia más larga. De verdad, muy bueno :)

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