domingo, 19 de mayo de 2013

Sirena (Eva 4)

Llegué al paseo costero, cerca de la opera de Sydney. El ángel apareció tras de mí.

-¿Porque no me traes siempre a sitios como estos?- Murmuró. No conteste y empecé a andar sin dirección concreta.- Otra cosa, ¿Cómo eres capad de encontrar a tus compañeros guardianes?

Me replantee la pregunta, era algo que nunca antes había pensado en ello.

-No lo sé.- Conteste vagamente. - Las noticias me suelen indicar el lugar y luego simplemente me dejo caer.

La chica se adelantó y se puso en mi camino.

-Dime que sabes a donde vamos y que no estas andando por andar.

-Sé a dónde voy y no estoy andando por andar.-Repetí encogiendo los hombros.- ¿Tanta ilusión te hace que te mienta?

-Me da igual, ángel, demonio o humano todo el género masculino es estúpido.

Contestó y empezó a caminar por el paseo mientras despotricaba contra el género opuesto.

Una punzada me asalto en el estómago y de manera automática giré y me interné en la ciudad. Entre en una cafetería y me senté en un taburete en la barra. Señale una tarta con buena pinta y la camarera asintió.

-Pero serás mamón, ¿Cómo se te ocurre dejarme hablando sola de esa manera?

-Mejor, pónmelo para llevar. -Le dije a la camarera, que volvió a asentir con una sonrisa un poco forzada.

-¿Qué haces aquí?¿Le has encontrado?

-No, pero sé que está ahí. -Señalé el edificio de enfrente.

-¿Ahí? -Repitió el ángel mientras le daba las gracias a la camarera por el trozo de tarta.

Me levante y salí de la cafetería. Tome dirección al gran hospital, hoy parecía que iba a pasarme el día en hospitales.

Cuando llegamos a la entrada, ya había acabado el trozo de tarta, que estaba muy bueno.

-¿Cuál es el plan? ¿Ir piso por piso y viendo si esta?

Me pare en seco y me voltee hacia la mujer.

-No es un mal plan.- Contesté encogiendo los hombros.

-¿No lo dirás en serio?- Replicó la mujer.

Me monte en el ascensor y pulse todos los botones, de manera que fuimos parando en todos los pisos. En el piso cuarto, las puertas se abrieron, dejando salir a un grupo de enfermeras. Cuando las puertas estaban cerrándose, algo al final del pasillo me llamo la atención, puse la mano en la puerta que dejo de cerrarse y se abrió de nuevo. Salí del ascensor bajo la atenta mirada de las enfermeras, pero no me importo. Lia me seguía de cerca. Camine por el pasillo y me pare frente a la puerta 422. Estaba ahí.

Empuje la puerta suavemente, que hizo un ligero chirrido. Tras ella estaba Elena.

Estaba recostada en una cama con los pies en alto y las piernas abiertas. Estaba dando a luz. He de decir que nunca había visto a una sirena dar a luz.

-Me levantaría a recibirte, Erik, pero me pillas un poco ocupada.

Camine hasta ella y me situé a su lado. Ella me agarro de la camiseta y tiro de mí.

-Sé lo que estás haciendo.- Me susurró en el oído.

-Has provocado un tsunami en Nueva Zelanda.- Comente fingiendo no haberla oído.- Y lo entiendo.

-No pienso dártelo.- Contestó justo antes de una contracción. Me soltó y agarró el colchón de la cama con fuerza mientras se guardaba el grito para ella.

Cuando el dolor remitió y ella se relajó, yo le cogí la mano que tenía más cerca.

-Elena, por favor. Te lo devolveré, sin riesgo alguno. Y podrás continuar normal con tus hijos, sin interrupción sobrenatural.

Le mire a los ojos y ella me devolvió la mirada con los ojos acuosos mientras se lo pensaba.

Otra contracción la invadió y la sirena apretó mi mano como si no hubiera mañana, lo que me hizo tener que tragar el grito de dolor. No sabía que las sirenas fueran tan fuertes. La contracción remitió y mi mano fue liberada pero la deje ahí agarrada a la suya.

-Tómalo y vete.- Murmuró mientras me tendía el anillo color cobalto.

-Gracias.- Contesté y le di un beso en su frente sudada.- Sera una niña igual de terca que su madre.

-Lárgate antes de que me arrepienta.- Me separé de ella no sin antes acariciar la barriga que escondía la nueva vida. -Erik- Me pare en la puerta, justo antes de salir.- No la pifies.

-Me ofendes, Elena. ¿Cuándo la he pifiado yo?

Le guiñe justo antes de salir. El ángel me esperaba apoyada en la pared.

-Te habrá supuesto todo un reto, ¿no? No le he oído peleas, ni cosas rompiéndose.

-Estaba dando a luz.- contesté encogiendo los hombros.- Y ahora, si me disculpas, tengo cosas que hacer.

Las puertas del ascensor se cerraron tras de mí, dejando a la rubia en el rellano. Aprovechando el elevador vacío me transporte hasta mi piso, en Nueva York, aún no había dado ni el medio día aquí.

Me recosté en el sofá y dormí con gana. Me desperté a tiempo para darme una ducha y vestirme. Una vez listo, me transporte hasta un callejón cercano a la cafetería. Caminé hasta allí y entre, sentándome en un taburete en frente de la barra.

-Que guapo este hoy.- dije al camarero que había venido especialmente preparado para la ocasión.

-La ocasión lo requiere.- Contestó a la vez que me sonreía.- Has llegado muy pronto, aun me queda más de media hora.

-Esperaré encantado. - sonreí y daba una vuelta en el taburete.- Mientras ponme un trozo de tarta y un café.

-No sabía que ibas a venir y no te guarde un trozo de tu tarta.- Se disculpó sonrojándose.

-No te pongas así. Cualquiera me vale.- Le sonreí.

El chico raudo, asintió y me puso un pedazo de tarta de fresa y una taza de café. Luego fue a limpiar mesas y seguir sirviendo cafés. Durante la larga media hora no paro un segundo y me sonreía cada vez que pasaba por delante de mí.

Cuando se fue el último de los clientes, Zack cerró la puerta para evitar que nadie más entrase, o para que nosotros no saliésemos. Cuando se volvió me puse de pie y me acerque a él con una sonrisa traviesa.

-Al fin solos.- Le susurré al oído con una voz lenta.- Y por lo visto no tienes intención de dejar que me vaya.

-Con lo que me ha costado que me hagas caso no pienso dejarte marchar tan fácilmente.- Contestó divertido.

Mi cerebro le dedico unos segundos a las palabras que había pronunciado. ¿Sería consciente de que había vendido su alma a cambio de vete a saber qué? Pero no era momento de preguntarlo. Me junte más a él y posé la mano en su espalda baja, juntándonos más aún.

-Me parece bien que no me dejes marchar.

Tímidamente acerque mi rostro al suyo y me humedecí los labios haciendo que mi lengua apenas rozase los labios del chico. Finalmente los junte, uniéndolos en un beso delicado, húmedo y caliente, que rápidamente se convirtió en un beso apasionado y hambriento. Mi instinto me llevo a atraerlo más hacia mí y apretarlo contra mi propio cuerpo, mientras que él unió sus manos tras mi nuca.

Lo único que nos interrumpió fueron las tripas del muchacho que retumbaron reclamando comida. Zack, avergonzado rompió el beso y enterró la cara en mi hombro mientras yo reía.

-Será mejor que te lleve a cenar algo antes de que te mueras de inanición.- El chico asintió y fue a buscar su chaqueta.- ¿Qué te apetece? ¿Un chino? ¿Italiano tal vez? He oído que hay un coreano no muy lejos...

-Pese a no ser muy glamuroso para la primera cita, me apetece pizza.- respondió mientras salíamos del establecimiento por la puerta trasera.

-Me parece una excelente idea.- Contesté satisfecho.- Luego, si quieres, tengo entradas para el Sanctum.

-¿Tienes entradas? Ese lugar está siempre abarrotado y es imposible conseguir una entrada.

-Ventajas de trabajar en él. -Los ojos del chico se quedaron como platos.- Bueno... ¿Quieres ir o busco otro plan?

-No, no... - Se apresuró a decir.- El Sanctum está genial.

Encontramos una pizzería en la cual pedimos una grande con peperoni y extra de queso. Mientras comíamos estuvimos hablando sobre nuestros trabajos. Al parecer el mío era mucho más interesante al ser camarero en el local de moda en Nueva York que en una cafetería de barrio.

-Que ganas tenía de comer algo así.- Dijo Zack cuando acabo con el último trozo.

-Me alegra que te haya gustado.- Susurré en su oído y de seguido bese su cuello y subí por él hasta llegar a su mandíbula y finalmente a sus labios.- Sabes a peperoni y queso.

El muchacho respondió con una sonrisa boba, lo cual le hizo parece mucho más inocente. Me acabe sentando encima de él. No estaba seguro de porqué, pero no podía evitar no hacerlo, simplemente lo hacía. El encargado de la pizzería nos miraba desde el mostrador con cara de desaprobación pero le ignore y seguí disfrutando del muchacho rubio que era mío por esa noche.

Le bese, como hacia un rato, en la cafetería, al principio tímido y suave, pero con los segundos se volvía hambriento y apasionado. Sus manos apretaban mi trasero tirando de mí hacia él.

-Disculpen, pero vamos a cerrar enseguida.- Rompí el beso y lancé una dura mirada al dependiente vestido con un horrible uniforme amarillo y rojo. El chico retrocedió un paso y pude oír como tragaba saliva.

-Claro.- Contestó rápidamente Zack, que me dio un golpecito para que me quitase de encima, pero no me moví.- Erik, ¿estás bien?

-Sí.- Contesté sin mirarle, con la mirada fija en el empleado. Solo se me pasaba por la cabeza elegir una de las mil formas de aplastar a ese molesto insecto. Mi acompañante tiró de mi camiseta haciendo que le mirase, lo que me saco de mi barullo mental y volviese al momento recordando que estaba con él. Le sonreí.- Claro, vayámonos.

Me levante y salimos del local. Al pasar por delante del cristal del local pude ver que el dependiente seguía ahí aterrorizado e inmóvil. Me di por satisfecho y volví a centrarme totalmente en Zack.

La siguiente parada fue el Sanctum.

No hubo problemas para entrar. El interior era oscuro, lo único que estaba iluminado era la barra, el resto tenía luz negra y láseres de colores. La música retumbaba en las paredes y la gente se movía al ritmo de ellas.

Comenzamos a bailar rozando nuestros cuerpos el uno con el otro. Sentía que estaba marcando mi territorio, diciéndoles a los demás depredadores de la sala que esa presa, ese chico, era mío y que nadie tenía que acercarse. No me molesto en absoluto darme cuenta de eso, de hecho me parecía correcto.

-¿Puedes ir a conseguir bebida? - Preguntó en mi oído. No me costó mucho oírle, aunque la música lo hacía más difícil. Asentí - Tomaré un destornillador, si no es mucha molestia.- Negué con la cabeza y él me sonrió - Iré al baño mientras.

En ese preciso momento nos separamos. Él fue hacia los aseos y yo me abrí paso entre la muchedumbre hasta llegar a la barra.

-Por fin llegas.- Dijo el barman.- Llegas tarde.

-Hoy es mi noche libre.- Contesté encogiéndome de hombros.- Ponme dos destornilladores.

-El jefe te está buscando como un loco. - El hombre, de unos treinta años y con ropa oscura, que le daba un aspecto de tipo duro y sexy, preparó los cócteles y los puso sobre la barra.

-Me da lo mismo, hoy no voy a trabajar.- Deje un billete para pagar las consumiciones y me largue.

-¡Nielsen!- Oí bramar a mis espaldas.- ¿Dónde te habías metido? Ponte a emborrachar a la gente ahora mismo.

Me giré con hastío para ver a mi jefe, con la misma camiseta de tirantes blanca sobre unos vaqueros viejos.

-Te lo repito, hoy es mi noche libre.- Contesté a la vez que volvía a caminar hacia los baños.

-Como no te pongas a servir bebidas ahora mismo, te despido.- No sabía si me veía todavía o no, pero encogí los hombros sin volverme y continué caminando.- Bien. No te molestes en volver mañana.

Ahora tendría que pensar en buscar otro trabajo. Bueno, me preocuparía mañana.

Mientras apartaba a la gente me fije que no todo era lo que parecía. Crucé la mirada con un recolector, fácil de detectar por sus ojos oscuros y vidriosos. Me resulto extraño que estuviera aquí.

Zack.

Con más urgencia me abrí paso hasta los baños y justo el muchacho salía de ellos.

-¿Estas bien? Parece que has visto un fantasma.

Me lance sobre él y le abracé. Me di cuenta que había perdido las bebidas en algún momento de la barra hasta ahí.

-Tenemos que irnos.- Le dije y tire de su muñeca hacia la salida. Él se zafó.

-¿Que? Acabamos de llegar... ¿Qué ocurre?

-Hace cosa de un año vendiste tu alma a una mujer rubia. Hoy han venido a buscarla.

Por detrás del muchacho paso otro recolector. Estaban acechando.

- Por favor, déjame ayudarte.

El chico ahora se dejó guiar y me dejo sacarle de la fiesta pon la entrada. Una vez fuera camine por las calles, en dirección a mi casa.

-Erik, ¿a dónde vamos?

-A un lugar seguro. - Contesté. Sabía que debía estar asustándose y no era momento para eso. Le aparte de la sigilosa calle, hasta un callejón cercano.- No sé porque lo hiciste, pero vendiste tu alma a un ángel, y ahora viene a recogerla para llevársela. No sé si pensaste que era broma o no, pero es cierto y no durarán en destrozarte para obtener tu alma.

"Chapó, Erik, ahora seguro que no se asusta." Pensé para mis adentros. Al fondo del oscuro callejón, apareció una silueta, al guiarme para buscar una escapatoria vi que en la entrada del callejón también había aparecido otra silueta. Maldije para mis adentros.

-Erik... Dime que son amigos tuyos.- Dijo el muchacho detrás mío.

-¿porque todo el mundo quiere que le mienta?-Dije recordando la conversación que había tenido esta mañana con Lia.

Lia. Ella tenía que estar detrás de todo...

Siluetas se fueron acumulando en los lados del callejón. Me volví hacia Zack e hice que se pegase a la pared y se encogiese.

-No te asustes más de lo que ya estas.- Murmuré.

El chico asintió y se acurrucó en un rincón junto a un contenedor metálico. Me separé de ese rincón para tener espacio. Las siluetas fueron tomando forma, convirtiéndose en personas encorvadas y con garras en lugar de manos. Conté rápidamente y era alguna más de una docena.

-Debes de estar orgulloso, rara vez envían a más de un par para buscar a una persona.

Le sonreí al chico que temblaba en el suelo.

Estiré el brazo y la mano se materializó una espada de pura oscuridad. En ese instante, varios de esos recolectores se lanzaron encima de mí. No me llevo mucho quitármelos de encima, a base de estacazos y esquivar varios zarpazos. Aquellos que se atrevían a acercarse a Zack recibían un mandoble haciendo que se partieran por la mitad y se convirtieran en polvo.

-Sabía que este chico me traería problemas.- Dijo una voz tranquila. Las siluetas se apartaron, dejando ver a un hombre de traje con la piel blanca como la leche.- Pero lo último que me imaginaba era un demonio protegiendo a un humano.

-Sorpresas que da la vida, sino sería muy aburrida.

-Cierto.- Contestó el hombre con una escueta sonrisa.- Y pensar que eras de mis mejores clientes.

-Era yo el que te daba permiso para cosechar las almas... No lo olvides, Gastón.-Retrocedí lentamente hasta quedar al lado de Zack.

-Pero esta vez no es tuya... Debes dárnoslo.

Apoye mi mano sobre el hombro del muchacho, que no dejo de temblar. En un rápido movimiento, lance un pequeño cuchillo improvisado con umbrokinesis hacia el hombre, a la vez que me transportaba con el chico.

Aparecimos en mi apartamento. Me tire en el sofá agotado. Cuando el chico se percató de todo, se levantó y empezó a dar vueltas y a hacer preguntas. Muchas preguntas. Deje que hablase, que pensase, que gritara y todo lo que tuviera que hacer. Al fin y al cabo era normal esa reacción.

-¿Que ha pasado? - Preguntó finalmente sentándose a mi lado en el sofá y mirándome con tristeza.

Yo me arrime a él, puse las piernas sobre las suyas y me acomode en su hombro.

- Lo arreglaremos. - Murmuré. - Aquí estas a salvo.

Lo último que recuerdo de esa noche es echarnos una manta encima.

2 comentarios:

  1. Algo me dice que el ángel ese es bollo xDDDDDDD
    Pobre Zack ;^; Los malos lo persiguen ;^; Nu quieru nu quieru ;^;

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  2. Y ahora que lo pienso xDDDDDDDDDDDD WTF? Desde cuando una sirena puede parir como si nada? xDDD Esa sirena tiene un swagg que no puede con su vida xDDDDDDDDDDDDDDDD

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