Dejó a la chica en la habitación. Lo mejor era que no se alterase más de lo que ya estaba. Bajó las escaleras lentamente hacia la taberna. El ruido que hacían los borrachos le retumbaba en los oídos y el olor a humanidad y alcohol le abrumaba. Tenía que salir de allí. Pero también tenía que buscar a aquella ladrona.
Se encaminó hacia la barra con paso firme pero sin mirar a ningún sitio salvo a sus pies. Comenzó a dejar de oír los gritos y golpes dando paso a los rítmicos latidos de todos aquellos que tenía alrededor. Dejó de percibir el olor de la cerveza para oler el espeso liquido rojo que fluía por dentro de cada persona en aquella taberna.
En la barra alzó los ojos para ver a la tabernera de amplios senos y tez clara pero lo que le llamó la atención no fueron sus senos, ni su piel, ni sus ojos; fue el cuello tan blanco que podía ver perfectamente la azulada vena que por ahí pasaba y que se rompería con un suave mordisco.
Su garganta se secó de golpe exigiendo el denso líquido que sabía que estaba ahí. Tenía que luchar con todos los demonios de su interior que le exigían tomar a esa mujer ahí mismo delante de todos los borrachos y furcias del local.
Se llevó las manos a la garganta, tratando de pronunciar alguna palabra, pero no logro más que exhalar un leve suspiro. La tabernera lo interpretó como su extraña manera de pedir cerveza por lo que procedió a servirla. En lo que la mujer se apartó, quedó a la vista otra mujer en la parte trasera de la taberna. El monstruo no tardó en reconocerla y ella no tardó en sentir la furtiva mirada del monstruo.
Por la mente del hombre pasaron mil cosas, mil formas de matarla y otras mil de torturarla y hacerle pagar por lo que había hecho.
Sin dar orden alguna a sus piernas, estas se pusieron en marcha, con un ágil salto se coló en la trastienda y corrió tras aquella mujer. Ella no tardó más en reaccionar y corrió por la cocina hasta la salida y luego continuó por la calle, gritando tan alto como su voz se lo permitía. El hombre no tenía problemas para seguirla, le siguió por la fría y nocturna calle hasta el oscuro bosque colindante, allí donde ningún grito podría ser escuchado.
Finalmente, una traicionera raíz hizo que la muchacha cayera sobre la fría y blanca nieve. Aun seguía gritando cuando el monstruo se acercó, podía oler el miedo bombeándole por las venas.
-El alma.- Reclamó el hombre con una gutural voz.
-No te pertenece.- musitó entre sollozos la mujer mientras se arrastraba por el suelo entre la nieve y el barro.- No es tuya...
-Quiero el alma de mi hermana.- volvió a reclamar el monstruo, que se abalanzó sobre la mujer.
Podía reconocer ese olor a juventud en cualquier parte, podría encontrarla de nuevo allí donde fuera... Pero no dejaría que escapase, no con el alma de Tarah.
-¿Donde está?- Le susurró el hombre al oído mientras acariciaba el fino y suave cuello de la muchacha.
Esta, titubeante, sacó de uno de sus bolsillos el pequeño frasquito que contenía el alma y se lo mostró.
-Perfecto.- Murmuró el hombre y acto seguido clavó los colmillos en el delicado cuello de la mujer, succionando el preciado líquido rojo de sus venas hasta que no quedó nada más que un inerte cuerpo.
El hombre recogió el frasquito de los muertos dedos de la chica y tras limpiarse los labios con el reverso de la mano, comenzó a andar hacia la cueva de las animas, donde podría recuperar a su preciada hermana y enmendar su error.
Se encaminó hacia la barra con paso firme pero sin mirar a ningún sitio salvo a sus pies. Comenzó a dejar de oír los gritos y golpes dando paso a los rítmicos latidos de todos aquellos que tenía alrededor. Dejó de percibir el olor de la cerveza para oler el espeso liquido rojo que fluía por dentro de cada persona en aquella taberna.
En la barra alzó los ojos para ver a la tabernera de amplios senos y tez clara pero lo que le llamó la atención no fueron sus senos, ni su piel, ni sus ojos; fue el cuello tan blanco que podía ver perfectamente la azulada vena que por ahí pasaba y que se rompería con un suave mordisco.
Su garganta se secó de golpe exigiendo el denso líquido que sabía que estaba ahí. Tenía que luchar con todos los demonios de su interior que le exigían tomar a esa mujer ahí mismo delante de todos los borrachos y furcias del local.
Se llevó las manos a la garganta, tratando de pronunciar alguna palabra, pero no logro más que exhalar un leve suspiro. La tabernera lo interpretó como su extraña manera de pedir cerveza por lo que procedió a servirla. En lo que la mujer se apartó, quedó a la vista otra mujer en la parte trasera de la taberna. El monstruo no tardó en reconocerla y ella no tardó en sentir la furtiva mirada del monstruo.
Por la mente del hombre pasaron mil cosas, mil formas de matarla y otras mil de torturarla y hacerle pagar por lo que había hecho.
Sin dar orden alguna a sus piernas, estas se pusieron en marcha, con un ágil salto se coló en la trastienda y corrió tras aquella mujer. Ella no tardó más en reaccionar y corrió por la cocina hasta la salida y luego continuó por la calle, gritando tan alto como su voz se lo permitía. El hombre no tenía problemas para seguirla, le siguió por la fría y nocturna calle hasta el oscuro bosque colindante, allí donde ningún grito podría ser escuchado.
Finalmente, una traicionera raíz hizo que la muchacha cayera sobre la fría y blanca nieve. Aun seguía gritando cuando el monstruo se acercó, podía oler el miedo bombeándole por las venas.
-El alma.- Reclamó el hombre con una gutural voz.
-No te pertenece.- musitó entre sollozos la mujer mientras se arrastraba por el suelo entre la nieve y el barro.- No es tuya...
-Quiero el alma de mi hermana.- volvió a reclamar el monstruo, que se abalanzó sobre la mujer.
Podía reconocer ese olor a juventud en cualquier parte, podría encontrarla de nuevo allí donde fuera... Pero no dejaría que escapase, no con el alma de Tarah.
-¿Donde está?- Le susurró el hombre al oído mientras acariciaba el fino y suave cuello de la muchacha.
Esta, titubeante, sacó de uno de sus bolsillos el pequeño frasquito que contenía el alma y se lo mostró.
-Perfecto.- Murmuró el hombre y acto seguido clavó los colmillos en el delicado cuello de la mujer, succionando el preciado líquido rojo de sus venas hasta que no quedó nada más que un inerte cuerpo.
El hombre recogió el frasquito de los muertos dedos de la chica y tras limpiarse los labios con el reverso de la mano, comenzó a andar hacia la cueva de las animas, donde podría recuperar a su preciada hermana y enmendar su error.
Relato para #ElCementerioDeLoFantastico junto a Mamá Cuervo y las sister crow Angellica y Victoria Prince. Abajo teneis las 3 series que componen este proyecto con sus partes y enlaces.
Serie "El iniciado":
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Serie "El maldito":
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Serie "Desmentiras":
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